El arte y la tecnología son compañeros. Es inasequible la creación artística prescindiendo de la técnica, así fuese tan antigua como el lenguaje: el arte y las herramientas culturales y físicas son uno. Pero recientemente, la aceleración de los avances tecnológicos y el consecuente desdoblamiento de posibilidades han transformado, quizá sin notarlo, nuestro sentido de la estética y la creatividad. Por ello, el Laboratorio Arte Alameda se creó como el primer museo en México que honra explícitamente esta comunión experimental.
Este recinto se ubica en uno de los edificios más antiguos de la ciudad de México. El entonces Convento de San Diego se construyó en 1591, y ya en el siglo XX se dispuso como museo de arte colonial. Cuatro siglos después de su construcción se convertiría en un ambiente dedicado a la exposición y reflexión de tecnoarte.
Con la intención de exhibir obras de site specific idealmente creadas para el lugar, el proyecto terminaría por expandirse para albergar diversos experimentos que vinculan la creatividad con la ciencia. Cada avance tecnológico abre un abanico de posibilidades para que los artistas imaginen y materialicen ideas con herramientas innovadoras, y es precisamente este pulso de donde emergen las propuestas que terminan en este laboratorio.
Este se trata de un sitio ideal para aquellos que resuenan con el arte contemporáneo experimental. En su historial de exposiciones se incluyen desde videoinstalaciones de Nam June Paik y Marina Abramović hasta muestras de Julio Le Parc o Francis Alÿs, así como obras de los más reconocidos artistas mexicanos de este rubro, entre ellos Tania Candiani, Arcángel Constantini, Rafael Lozano-Hemmer y Ariel Guzik.
El Laboratorio Arte Alameda, con sus salas espaciosas y techos altos y el misticismo de su entorno, es hoy uno de los sitios más experimentales en el entorno artístico mexicano. Acaso una veta que se asemeja, desde otra arista, a una búsqueda ontológica –parecida a la persecución espiritual proyectada en nuevos métodos y tiempos.
Leave a Reply