Carlos Monsiváis lo nombró como “el templo de la contracultura mexicana” y José Agustín le adjudicó el mote de “capital del Rock”; en ambos casos, los escritores buscaban resaltar el carácter emblemático del Tianguis Cultural del Chopo, que a 33 años de existencia continúa siendo un espacio en el que se guarecen y refulgen las culturas e identidades subterráneas de la ciudad.
Todos los sábados en la capital mexicana, sobre la calle Aldama, entre Sol y Luna, a unos pasos del metro Buenavista, se extiende el Tianguis Cultural del Chopo, un lugar en el que se dan cita personajes ataviados con indumentarias estridentes: mezclilla, cuero y estoperoles, botas de casquillo, cabellos de colores estilizados al máximo, maquillajes dramatizados, perforaciones y tatuajes.
Así, instalados en alguna subcultura, llegan jóvenes y viejos a recrear la historia contracultural: punks, rockeros, skatos, darks, emos, rockabillys, rastafaris, metaleros, cyberpunks, góticos, deathrockers…, todos en un mismo espacio, con apariencias e ideologías distintas pero guiados por un mismo fin: el rock y su parafernalia.
El motivo que hace concurrir a aproximadamente 6 mil personas una vez a la semana en este lugar es la merca de artículos derivados de las diversas formas que emanan del rock y la contracultura. Acetatos y rarezas discográficas de los clásicos: The Beatles, Yes, King Crimson, The Clash, entre otros; discos de bandas nacionales consolidadas y emergentes: Austin TV, Las Ultrasónicas, Café Tacuba, El Haragán; literatura: desde Isacc Asimov, pasando por Jack Kerouac y Parménides García hasta llegar a Nietzsche y Marx; tazas y playeras ilustradas con la imagen de una banda de rock; instrumentos musicales, ropa extravagante, revistas, cómics, cine de culto y más.
Asimismo, casi al final del Chopo, en esa parte a la que se llega luego de recorrer las filas de puestos, aún se pueden ver a algunos con discos en mano listos para lograr un buen intercambio; y un poco más al fondo, se levanta una modesta estructura destinada para las presentaciones en vivo de grupos de la escena independiente y exposiciones de artistas subterráneos.
Son todos estos elementos los que han hecho del Chopo un lugar sui generis en México y en el mundo, donde pese al paso del tiempo, los cambios generacionales, los embates de la industria musical global y sus formas “piratizadas”, la contracultura resiste.
La capital del rock no muere
Cuando en la década de los ochenta surgió el Tianguis Cultural del Chopo, las motivaciones de la juventud que concibió este espacio estaban sustentadas en el intercambio de diversos materiales relacionados con la música, el apoyo a artistas y disqueras independientes y, sobre todo, en la oposición a una sociedad derechista que tendía a minar toda manifestación de disidencia.
Así se erigió un tianguis radicalmente diferente, donde se congregó toda forma de identidad subterránea sin importar sus creencias, sólo guiados por el amor a la música: los jóvenes dieron muestra de una nueva forma de vivir el rock y la calle.
33 años después y luego de vertiginosos e intensos cambios en esta ciudad envuelta en una dinámica comercial global, y ante un proceso de relevo generacional natural, en el Chopo se han vivido modificaciones en cuanto a la demanda y formas expresivas de la contracultura. Dicha situación ha derivado en rumores y conjeturas apocalípticas que incansablemente vaticinan el fin del Chopo, argumentando que todo pasado fue mejor, que la piratería y las nuevas tecnologías han acabado con el culto al acetato, que las nuevas generaciones han sido cooptadas por el consumismo y que la contracultura se ha debilitado.
Sin embargo el rock, como sea que se empaquete, no pierde la fuerza ni deja de anidarse en una juventud rebelde sedienta de nuevas propuestas, que sigue acudiendo todos los días sábado al espacio entre Sol y Luna para escuchar propuestas diferentes, mercar artículos estridentes y refugiarse en el único espacio de la ciudad donde lo subterráneo converge para apropiarse de la calle a plena luz del día.
La lucha sigue siendo la misma: jóvenes inconformes con el sistema, cansados de la intolerancia, resistiendo desde sus formas y posibilidades.
Aquí un documental donde rockeros, intelectuales y tianguistas nos narran cómo discurre el mito del Chopo:
Hernández V. y Nuñez N. (Productores), Arroyo G. (Director). (2008). Poetas músicos y locos [Documental]. México: DocsDF.
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