Swinger, del inglés swing: “oscilar” o “balancear”, es la persona que goza, bajo ciertas reglas y criterios, el intercambio sexual de parejas. Con el paso de los años los swingers han establecido su propio paradigma, filosofía y hasta arte, llevando tanto su sexualidad como sus emociones a otro nivel.
Durante el siglo XIX, swing era un término slang al sur de EE.UU. para referirse literalmente al sexo. Posteriormente se utilizó para describir a una persona cuyo desempeño era sobresaliente. Para la década de los 60, su uso aludía a una persona (o cosa) que era vital para la vida diaria. Hasta que, eventualmente, swinger se convirtió en una combinación de sus denotaciones históricas: el sexo con un buen desempeño es vital.
En su libro The Lifestyle: A Look at the Erotic Rites of Swingers (1999), Terry Gould cuenta que el estilo de vida de los swingers inició durante la II Guerra Mundial, entre los pilotos de la Fuerza Aérea y sus esposas. Aunque existen registros más antiguos de esta práctica, el autor comenta que los pilotos americanos de combate solían compartir a sus esposas con sus camaradas, dando la palabra de que los últimos cuidarían de ellas y de sus hijos durante su ausencia. Con el paso del tiempo, se fue extendiendo hacia diversas partes del mundo…
Hasta que llegó a México, durante la década de los 90. Para ese entonces, el método de difusión y contacto eran revistas; eventualmente, en 2000, el foco de atención eran los bares swingers, en especial dentro del Distrito Federal. De acuerdo con las cifras de la Asociación Nacional de la Industria de Discotecas (ANIDICE), en 2005 existían sólo dos bares de este estilo de vida; actualmente hay más de 45. Además de revistas y bares, la presencia de internet facilitó citas, reuniones y hasta vacaciones entre parejas swingers.
En la ciudad de México existen bares swingers a los que no puedes entrar sin invitación o membresía en alguna página de internet. Una vez dentro, es importante conocer las reglas:
Un “no” significa “no”, y no se pregunta las razones. Es la norma principal y sagrada, que no debe romperse.
La pareja debe mantener un código acordado y bien definido acerca de lo permitido y de su estabilidad relacional.
No es exclusivo para parejas.
No es obligatorio entrar desnudo ni tener sexo.
Uso obligatorio de condones.
No está permitido volver a hablar con las personas que no son pareja.
No mezclar emociones con la persona que no sea la pareja.
Sentirse pleno y satisfecho con aquello que se decidió hacer.
Que la pareja esté de acuerdo, sintiéndose plena y satisfecha con lo que han decidido hacer.
No dañar a terceras personas.
Los swingers no deben embriagarse.
Se recomienda, por seguridad, que se queden en las instalaciones del bar, usualmente acondicionadas para todo tipo de situaciones, en vez de irse a un hotel.
Para ello, existen códigos de colores que permiten definir hasta qué punto la persona o pareja desee formar parte: el verde significa que sólo quieres ser un observador; amarillo, que están en búsqueda de un trío con una mujer; rojo, tener relaciones sexuales sin importar su sexo.
Los swingers, quienes se consideran fieles pero no monogámicos, ven el amor como parte de la complicidad y comprensión hacia su pareja. Es un “te amo, te comparto”, donde se acepta la independencia y la unidad del otro. Es compartir las fantasías y el placer con base en el amor a su pareja.
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