El danzón nació en Matanzas, Cuba, llegó a Veracruz y de ahí corrió como pólvora caliente directo al Distrito Federal, donde rápidamente encontró cobijo entre una población que siempre se ha caracterizado por disfrutar de los efectos afrodisíacos que producen los ritmos cadenciosos.
Los salones de baile fueron los espacios que acogieron al género musical, y juntos formaron una dupla perfecta que vivió momentos de gloria en la década de los cuarenta. Ahí comenzaron las leyendas: el Salón México, el Salón los Ángeles, el Salón Hidalgo y el California Dancing Club, entre otros, que como varios de estos ya se han extinguido.
Estos recintos donde se rendía culto al baile fueron espacios revestidos de elegancia en los que coincidían tanto personajes de la élite mexicana como habitantes de los barrios populares, todos bajo un mismo código y con la misma finalidad: bailar hasta el cansancio porque se ama la música, se respeta el baile y así se logran olvidar por unos instantes los problemas que se viven en la ciudad.
Durante el resto del siglo XX los salones de baile vieron pasar por sus pistas nuevos ritmos: el tango, el chachachá, el mambo y el swing tuvieron también sus momentos de gloria dentro de estos espacios. Pero, con los tiempos más adentrados en el nuevo siglo, otras tendencias musicales transformaron el gusto de la gente y acabaron con la época dorada de los salones de baile de la ciudad.
Sin embargo, el carácter emblemático de estos recintos que crearon identidades y sentido de pertenencia a la ciudad permitió que algunos persistieran pese a los embates del tiempo. Hoy en día son pocos los salones de baile de aquella época que siguen abriendo su pista a los bailarines nostálgicos, aunque hay otros nuevos que se rigen bajo el ritmo de la salsa y demás sonidos tropicales modernos, pero que aún destinan un espacio a los recuerdos de las noches de danzón.
Salón Los Ángeles
De los salones legendarios, de aquellos en los que transcurrió la vida nocturna del México boyante del siglo XX, el Salón Los Ángeles es unos de los dos que continúan en pie. Con más de 77 años de antigüedad, este recinto enclavado en la colonia Guerrero, en el número 206 de la calle Lerdo, continúa abriendo sus puertas para que los amantes del baile saquen a relucir sus mejores pasos al ritmo del danzón, el mambo y el chachachá.
Se sabe que sobre su pista refulgió la maestría con la que Mario Moreno “Cantinflas” ejecutaba piezas de tango, que ahí lucieron los convulsos y complejos movimientos que a Adalberto Martínez “Resortes” le valieron el título de “El Rey del Mambo”, y que muchos asiduos al lugar fueron seducidos por la gracia indiscutible con la que Germán Valdés “Tin tan” bailaba al ritmo del swing y el chachachá.
Asimismo, “la catedral del baile en México”, como se le ha denominado, vio pasar a intelectuales y revolucionarios: Diego Rivera y Frida Kahlo; los hermanos Fidel y Raúl Castro junto al comandante Ernesto “Che” Guevara; el representante del realismo mágico, Gabriel García Márquez y también Carlos Fuentes, José Saramago y Carlos Monsiváis.
En la actualidad el Salón Los Ángeles sigue instalado en el gusto de los fanáticos del baile y en el de los capitalinos y turistas con arritmia corporal, pues su decoración interior, los pachucos y rumberas que danzan sobre su pista y los sonidos que rememoran la época dorada mexicana generan un ambiente particular en el que una colorida nostalgia por el pasado reluce al ritmo del son, el danzón y el mambo.
Entre las actividades que se desarrollan en el lugar destacan los domingos de son, los lunes de clases de danzón y los martes de pachucos y danzón. Además, los precios de la carta del lugar son realmente accesibles.
California Dancing Club
Este salón, ubicado en el número 1189 de la Calzada de Tlalpan, entre las estaciones del metro Portales y Nativitas, fue inaugurado en 1954, en una época en la que los pachucos, el swing y el boogie–woogiee acaparaban la atención de los jóvenes de los barrios populares de la ciudad. Fue tal la relevancia que el California tuvo durante la segunda mitad del siglo XX en México, que el director de cine José Juan Munguía dirigió en 1981 la película California Dancing Club.
La moda y los sonidos que tuvieron lugar durante los primeros años de vida del Salón han persistido pese al paso del tiempo. Hoy en día aún se puede ver sobre su pista de baile a hombres vestidos con trajes de casimir y pantalones bombachos, zapatos finos de charol en blanco y negro y sombreros adornados con plumas de colores; mujeres con vestidos de coctel, zapatos de tacón, peinados y maquillaje impecables, ataviadas con joyas, abanicos y sombreros.
Resalta el hecho de que el California es un lugar en donde sólo se va a bailar, pues desde su apertura no se expenden bebidas alcohólicas, lo cual ha permitido que en este espacio se genere un ambiente familiar. Aquí reinan los deseos de mover el cuerpo al ritmo de géneros tradicionales como el danzón, mambo y chachachá, o al compás de los últimos éxitos de la cumbia y la salsa.
Las principales actividades que se desarrollan en el California Dancing Club suceden los viernes y sábados, días en los que se baila salsa, cumbia y merengue, y los lunes a partir de las 18:00 horas, cuando su pista da lugar al danzón.
La entrada al lugar es accesible y ronda entre los 50 y 40 pesos; además, si se quiere ocupar una mesa -cosa extraña, porque todos los asisten se ponen a bailar-, se debe pagar aproximadamente 20 pesos.
Salón Tropicana
Nombrado como “la catedral de la salsa y la rumba”, este salón de baile, uno de los nuevos que ya comienza a formar una tradición, se ubica en el número 43 del Eje Central Lázaro Cárdenas, en la plaza Garibaldi, y abre su pista de martes a domingo a todos aquellos que desean mover el cuerpo al ritmo de los sonidos tropicales.
Lo más atractivo del Tropicana, cuya estética rememora a los burdeles que tuvieron lugar en México durante la década de los setenta, es que siempre hay grupos musicales tocando en vivo. Por su escenario iluminado con luces de colores han pasado importantes exponentes de la salsa: Oscar de León, Eddie Santiago, Dámaso Pérez Prado y Willie Colón.
El Salón Tropicana es para los que gustan del baile, de la salsa, la rumba y el merengue y que no tienen problema en pagar 50 pesos a la entrada del lugar.
Salón Caribe
Su historia comenzó en 1995 y en poco tiempo obtuvo el título de “la catedral de la salsa”, debido a que por este lugar, ubicado en el número 142 de la Rivera de San Cosme, se han escuchado las voces de leyendas de la música tropical: Oscar de León, Sonia López, Eddie Santiago, Grupo Niche, Sonora Dinamita, Maelo Ruíz y Danny Daniel, entre otros.
“El gigante de San Cosme”, como también se le ha denominado, abre su pista de martes a domingo, siempre con música en vivo.
Gran Fórum
El sueño de todos los capitalinos que saben mover el cuerpo al ritmo de sonidos tropicales se encuentra al sur de la ciudad. Sobre la calle Cerro del Músico, en el número 22 y casi en el cruce de Av. Taxqueña y Calzada de Tlalpan, se extiende la pista más grande de baile de la ciudad.
Gran Fórum es un salón de baile con 20 años de antigüedad, en el que se dan cita tanto amantes del danzón como de la salsa. Aquí los miércoles son días tropicales, pues su gran escenario presenta grupos que tocan en vivo salsa o cumbia; los domingos, su enorme pista se reviste con la elegancia del danzón y da paso a la presentación de las mejores orquestas; los demás días, exceptuando los lunes, el lugar alberga distintos eventos que van desde peleas de box hasta exposiciones para los amantes del cómic y el manga.
Dicen los que saben que el Gran Fórum, además de ser el salón de baile más grande de la ciudad, es por excelencia el espacio en el que los sureños dan sus mejores pasos de salsa.
En la década de los cuarenta, los salones de baile vieron transcurrir las historias de amor, traición y despecho de los citadinos que vivían al ritmo del danzón. En la actualidad, estos espacios siguen abriendo sus pistas para que se sigan narrando las vidas al son de los sonidos cadenciosos.
Aquí un cortometraje en el que una historia de amor capitalino discurre a la par de una obra maestra del compositor mexicano Arturo Márquez, Danzón no. 2 para orquesta, pieza inspirada en una visita a un salón de baile.
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