¿Cuántas formas de aprender existen? ¿Cuántas maneras de vivir en comunidad? En una ciudad de millones de habitantes, La Colmena busca ser semillero de vínculos que nos recuerden que somos más que un número, sirviendo como un lugar para explorar, intercambiar y vivir ideas e ideales.
La Colmena nació hace poco más de un año, como un espacio para talleres gratuitos. Reunidos como un grupo de amigos y conocidos, y con el apoyo de una beca universitaria, comenzamos a rentar una casa en la colonia Portales y a invitar a todos los interesados a formar parte del proyecto. Poco a poco más personas se fueron integrando a las actividades de la casa, y las actividades, a su vez, se fueron multiplicando.
Seguido decimos que el “tiempo Colmena” se siente diferente, que tiene su propio ritmo, y quizá esto sea porque tanto el colectivo como nuestras actividades están constantemente en cambio. Nos autodefinimos como un espacio autogestivo que se organiza de forma no jerárquica y está por tanto abierto a quien quiera participar, sin importar edad, origen o género. Los talleres siguen siendo parte central del espacio, pero el huerto hidropónico, la biblioteca y los eventos artísticos y culturales que habitan aquí han tomado un rol igualmente protagónico.
-Suena muy utópico y abstracto. ¿A qué se dedican?
En cierto sentido, La Colmena es lo contrario de una utopía, precisamente porque es algo real y concreto, algo que toma forma con las actividades del día a día. Vivimos y han vivido en la casa estudiantes, artistas, músicos, activistas, y desde el primer día, una gatita que se llama Melipona.
En un día “normal” en La Colmena abrimos las puertas a las 11am, alguien prepara algo en la cocina, otros salen, alguien saluda a un vecino que está viendo el nuevo mural, alguien se pone a catalogar los libros de la biblioteca, alguien subió a trabajar en el huerto de la azotea, alguien llega a la casa a ver de qué se trata, a proponer un concierto o una conferencia. En la tarde comienzan los talleres de encuadernación y el de canto, o el de yoga y el de inglés. Llegan vecinos, amigos de otros colectivos, personas que vienen de lejos. O quizá no llega nadie al taller porque es nuevo y así es; no siempre es fácil hacer que las actividades sean siempre socorridas y bien organizadas. La difusión y coordinación de lo que hacemos ha sido a menudo un reto, pero nos ha hecho aprender mucho.
-Pero, en serio: ¿Cuánto hay que pagar? ¿De qué partido son? ¿Quién les da dinero?
Nuestra forma de operar ha tomado inspiración de diferentes colectivos y organizaciones que operan en base al trabajo solidario en que el principal vínculo no es económico. La invitación a coordinar un taller de forma gratuita es abierta y la motivación de quienes lo hacen es diversa: compartir una pasión, desarrollar una habilidad, adquirir experiencia enseñando o crear la posibilidad de aprender fuera del contexto académico estandarizado. Cada tallerista decide por cuánto tiempo quiere dirigir un taller, y cada asistente a los talleres decide qué quiere aprender y cómo quiere apoyar al proyecto. Se anima a todos los que forman parte de las actividades de la casa a contribuir de alguna forma, pero la decisión de cómo hacerlo es personal. Y a pesar de que no ha sido fácil, este sistema ha funcionado. La casa, totalmente vacía cuando iniciamos, tiene desde mesas y sillas hasta murales e instrumentos musicales, todo donado por vecinos, viajeros, amigos y en general personas que vieron algo interesante en este proyecto.
El tipo de trabajo que hacemos en La Colmena no es ni algo nuevo ni algo 100% definido y probado. La idea base es la exploración misma por una idea base, la resistencia a partir de un modelo preestablecido e inmutable. Esto dificulta, para mí, el tratar de definir lo que hacemos sin invitar a quien pregunta a venir a conocernos, a traer una idea, a construir La Colmena.
Los sitios de La Colmena: https://construyendolacolmena.wordpress.com/ y https://lacolmenadf.tumblr.com/
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