Francis Alÿs es un artista con formación de arquitecto (que no ejerce como tal), nacido en 1959 en Amberes, Bélgica, que vive en México, DF desde 1987. Durante la década siguiente se dedicó a documentar la ciudad y sus ritmos a través de paseos y pequeñas acciones que, en su contundencia simbólica, podían fácilmente pasar desapercibidas para el peatón que no sabía que estaba siendo parte de una obra de arte; del arte de la atención.
Y es que Alÿs siempre consigue convertir un performance, una instalación o una puesta en escena (en sentido más psicoanalítico que dramático) en un pequeño pero poderoso argumento político.
Sus acciones suelen documentar las existencias humanas en los márgenes de las clases sociales y las periferias de los centros económicos, además de las nociones de individualidad, identidad e incluso legalidad.
En Sleepers (1996-2000) documenta a los indigentes, prostitutas y vagabundos que duermen en las aceras, paradas de autobuses o parques públicos, cuestionando la relación entre el individuo, el espacio privado y su delgada barrera con lo público -realizando un acto tan íntimo como dormir a la vista de todos- y retratando, al mismo tiempo, la vulnerabilidad política y económica que los habitantes de la ciudad han invisibilizado o vuelto natural.
La misma invisibilidad práctica opera en los desplazamientos de la mayoría de la gente a través de rutas de la ciudad, siempre las mismas. Un artista del paseo (como Robert Walser o Charles Baudelaire) suele contentarse con su propia deriva contemplativa, cuestionando la lógica del tiempo productivo a través del gasto, “perdiendo el tiempo”, o invirtiéndolo en hacer nada; una subversión intrascendente en apariencia pero que, a decir de Walter Benjamin, era la puesta en acto de una rebelión dirigida contra el capitalismo.
Algunas veces el hacer algo no lleva a nada (ciudad de México, 1997)
La acción Practice of Paradox (1998), consistente en arrastrar un bloque de hielo por las calles hasta que se derritiera, conseguía empañar artificialmente la uniformidad cotidiana de las calles con una línea casi invisible, impermanente, una línea imposible de exponer en un museo o incluso escribir en ningún libro; en eso reside su delicada potencia poética.
Un par de sus acciones más extremas y radicales fueron Doppelänger (1999), donde Alÿs se dedicó a seguir a la gente por la calle y hacerle fotografías, dejando que fuera el trayecto del otro el que guiara su propio tránsito y Re-enactment (2004), que consiste en caminar con una pistola en la mano hasta que un policía lo detenga.
Se dice que los artistas dejan una marca en el mundo cuando se van. Pero el triunfo supremo de Francis Alÿs consiste precisamente en lo contrario, en que sus obras sólo puedan exponerse en el museo del rumor, el asombro y la reconstrucción imaginaria de las acciones a través de algunos documentos como fotografías o textos. El espíritu de este trabajo apasionado, sencillo e intrigante, casi infantil en apariencia, impide enmarcar a Alÿs dentro de una categoría de artistas y exponerlo en un diccionario como si fuese un museo de nombres.
Este espíritu, pues, adquiere plenos poderes cuando lo intrascendente se vuelve el sujeto de la acción. En Fairy Tales (1995-1998), Alÿs camina por las calles del DF dejando tras de sí una hebra de su playera. La destrucción en miniatura, la minuciosidad del rastro, lo anodino de un largo hilo (de Ariadna) que se extiende a lo largo de manzanas y manzanas, es una puesta en escena que no tiene más espectador que el relato, pues la historiografía poética se transmite mejor contando o viviendo ciertas historias, transitándolas y habitándolas.
El laboratorio de Alÿs y su taller de creación son del tamaño de la ciudad de México.
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