Chido vs cool

El vocablo icónico de la banda chida setentera de la capital ha sido amenazado, en los últimos años, por el desuso derivado de la introducción de un anglicismo de carácter light.

Si bien para muchos “chido” y cool son palabras sinónimo que nos indican que algo “está bonito” o “es agradable” y que aparentemente comparten una misma identidad difícil de aislar, aquí presentamos algunos argumentos con los que pretendemos defender la diferencia y peculiar chideza de la palabra mexicana.

Cool, un alter ego sin identidad propia

Cuando contrastamos la historia y fuerza idiosincrática de la palabra “chido” con la forma en que en la década de los noventa se comenzó a introducir la palabra cool en la capital descubrimos rápidamente que, mientras la primera se enraíza en lo más profundo de la cultura chilanga, la segunda carece de un significado fuerte que la dote de una verdadera identidad, por lo que cool es simplemente el otro yo de “chido”, más maquillado, pero en el fondo empobrecido.

“Chido” se documenta por primera vez en la ciudad en el año 1904 y, según el Diccionario etimológico latinoamericano de la delincuencia, de Arnulfo D. Trejo, el vocablo proviene de la palabra “chiro”, que sería retomada y transformada por los jóvenes del barrio bravo de Tepito, quienes la hicieron parte de su caló con tal fuerza que durante la década de los setenta “chido” fue una palabra también acuñada por los jóvenes clasemedieros amantes del rock y la psicodelia, mismos que la extendieron por toda la capital.

Mirando el otro lado de la moneda, cool –cuya traducción exacta al español es “fresco”– comenzó a popularizarse entre los jóvenes de la capital durante la última década del siglo XX, gracias a las campañas publicitarias y la mercadotecnia importada desde Estados Unidos.

No eches inglés y evita los barbarismos

El uso popular y general de la palabra “chido” hizo que el vocablo fuera reconocido por la Real Academia Española, por lo que utilizarlo dejó de ser hace varios años una incorreción. Lo que sí entra en la lista de barbarismos, o vocablos impropios, es la palabra cool, un extranjerismo o “falso amigo de la lengua”, que al ser incorporado innecesariamente al castellano, propicia la extinción de palabras con identidad original.

La sonoridad del fonema “ch”

Por alguna razón alojada en las lenguas vernáculas prehispánicas, a los chilandos de los barrios populares les gusta la sonoridad del fonema “ch”. Así, el caló de los delincuentes y la jerga utilizada en los barrios bajos de la ciudad se ha caracterizado por hacer gala de múltiples vocablos chidezcos: chambear, chale, chota, chela, chafa, chavo, chorear y por supuesto, chido, conforman una larga lista de palabras con base en el fonema más sonado en la ciudad.

Sin embargo, la tendencia a higienizar el lenguaje mediante la marginación espacial y simbólica del habla popular ha conllevado que se estigmaticen y etiqueten como “vulgares” las palabras derivadas del bajo mundo, por lo que muchas veces se prefiere renunciar a la sonoridad e integrar algún anglicismo que demuestre, aparentemente, mayor bagaje cultural.

A final de cuentas, “chido” y cool forman parte de una lengua viva que se transforma y acepta en lo cotidiano todas aquellas palabras que sus hablantes adoptan por su utilidad. Aunque, sin duda alguna, “chido” es un vocablo con mayor identidad, que es suplantado innecesariamente por su alter ego cuando se quiere maquillar el habla.


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