Músico, cantante, compositor, escritor, poeta de la canción, rey del retruécano, el pastiche y el slang, norteño irreverente con alma chilanga y pilar del rock mexicano. Todo eso y más estructura la existencia oscura y cómica de Jaime López.
Sus canciones en un principio pudieron parecer una broma, una mezcla entre lo cómico, lo barrial y lo irónico pero, con el transcurso del tiempo, temas como “Chilanga banda” -que se hizo famosa entre la banda por la interpretación de los Café Tacvba- o “La 1a calle de la soledad” y “Sácalo” –popularizadas por Cecilia Toussaint- fueron revelando la maestría lingüística y calidad musical de este personaje, que ha penetrado imbatiblemente en la historia del rock mexicano y que ha narrado, como nadie, la cultura popular de la caótica ciudad capital.
Luego de 35 años de carrera, 22 discos solista y 8 más en colaboración, programas de radio, 4 publicaciones y varias composiciones que han nutrido las discografías de la escena rock, reducir a Jaime López a “Chilanga banda” sería injusto. Sin embargo, no se puede negar que esta canción, un melodrama que nos narra un día en la vida de un chafirete, que recorre con profundidad la identidad barrial de la ciudad y enarbola la riqueza lingüística del submundo, es una de las grandes obras que derivaron de la mente audaz y letrada de Jaime López.
La historia de este personaje, aquella que nos da pistas para entender a este gato del rock, que se esconde tras la composición y se asoma de vez en cuando bajo la luz del escenario, discurre entre el nomadismo, pasajes cómicos, presentaciones llenas de rechiflas dignas de considerarse como una obra de arte situacionista y la pasión por la música y la rebeldía, combinación que ha conformado un alma libre que ha hecho siempre lo que le viene en gana.
Un nordaka en el DF meketrefe
En 1969, Jaime López llegó a la ciudad de México para quedarse. Con tan sólo 16 años, este chaval originario de Tamaulipas ya había vagado por distintas ciudades del norte de la República: Ciudad Juárez, San Andrés Tuxtla, Nogales, Loreto y Cerro Azul.
Ya establecido en el DF meketrefe, se convirtió en uno de los estudiantes de la gloriosa Escuela Nacional Preparatoria de la UNAM, plantel no. 5. De ahí vino la universidad: Filosofía y Letras en la UNAM, pero como toda historia de un alma creativa, abandonó la vida académica de manera temprana. Sin embargo, el propio López reconoce que algo obtuvo de las aulas: herramientas para la versificación, la métrica y la poesía.
En los años 80 inició su carrera como músico, en un principio con un estilo trovador, en el que las notas salidas del rasgueo de la guitarra acústica conformaron canciones como “En toda la extensión de la palabra amor” o “Los Rolling Stones nos culparían”.
Luego vino el “colectivo rupestre”, un movimiento mexicano de músicos marginales que buscaban romper los estereotipos y normas del rock y que, a falta de recursos, se presentaban acompañados de una guitarra, su voz y un surtido de canciones ricas por sus letras más cercanas al folk, mismas que narraban lo cotidiano y lo urbano.
Tras dos discos más y un par de sencillos, López se presentó en el Festival OTI. Este pasaje de la historia de su carrera fue interpretado por muchos como un desafío y, por otros más, como la muestra de que el trovador de las calles se vendía a la industria musical.
La pirotecnia verbal en libertad
En el año 85, Jaime López subió al escenario del prestigiado Festival OTI y, a rasgueo enloquecido, interpretó su canción homenaje al luchador Blue Demon. “Blue Demon Blues” no fue bien recibida por el público de aires pomposos y gusto prefabricado, que terminó por darle el último lugar.
Este “atrevimiento”, aunado a los siguientes tratos del cantante y escritor con la industria musical, le valieron las críticas de la prensa y sus seguidores, que lo tachaban de traidor. Sin embargo, estos pasajes de su carrera fueron una muestra clara, con el paso del tiempo, de que Jaime López era capaz y tenía el talento para hacer lo que le diera la gana.
Así, la carrera de López continúo fructificando con discos como Jaime López (1989), Oficio sin beneficio (1992), Odio fonki (1994), Los animales (1995), Desenchufado (1998), No más héroes por favor (2006), Arando el aire (2007) y Por los arrabales (2008), por mencionar algunos.
Un López que es leyenda
Con los tiempos idos y venidos por la vida de López, la historia del rock comienza a hacerle un poco de justicia a su larga y rica trayectoria, en la que sus canciones han formado parte del repertorio de artistas como Ángela Molina, Betsy Pecanins, Botellita de Jerez, Café Tacvba, Cecilia Toussaint, Chac Mool, Eugenia León, Maru Enríquez, Óscar Chávez y Tania Libertad, entre otros.
Asimismo, el López de la comicidad y la teatralidad ha presentado a lo largo de la República sus recitales músico-teatrales: El diario de un López (1990) y Rolando trokas (1991); éste último, además, fue adaptado como una serie radiofónica y posteriormente, publicado como libreto y luego como cómic.
Elaborando un artefacto musical cómico, a veces satírico y de alto jugueteo verbal, este pilar de rock mexicano nos sigue deleitando con su vida multifacética, que fluye entre escenarios, composiciones, colaboraciones en columnas de periódicos y publicaciones de libros.
Es por eso que, después de 35 años de trayectoria, mucha tinta derramada, acordes fulgurados en el escenario y una férrea ideología cimentada en la libertad intelectual, la leyenda de Jaime López continúa construyéndose y reconstruyéndose en la historia del rock mexicano.
Para cerrar, aquí la versión original de “Chilanga banda” de López:
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