El centro neurálgico de México alberga ruinas, templos, edificios invaluables, plazas y calles que han sido testigo de los pasajes escarpados y gloriosos de una historia mexicana producto de mitos prehispánicos, choque de civilizaciones, derrocamientos de tlatoanis, virreyes y presidentes, cuentos de duquesas y bailes aristocráticos, revoluciones libertarias, esfuerzos para construir una nación y sueños modernos inalcanzables.
Cuando los mexicas llegaron a la zona lacustre del valle de México en el año 1325 y decidieron erigir sobre las aguas aquellos edificios que darían forma a la capital de México-Tenochtitlan, seguramente no imaginaron que pondrían la primera piedra que desataría la historia de casi 700 años de vida del centro capitalino.
Guiándonos por el significado náhuatl de la palabra México, “el ombligo de la luna”, el Centro Histórico de la ciudad sería el meollo que se resguarda dentro del núcleo en un juego de palabras que evoca imágenes geocéntricas, mismas que crean la ilusión de que nos acercamos al inicio de los tiempos.
La majestuosidad que le ha valido al centro de la ciudad de México el título de Patrimonio Cultural de la Humanidad se debe a sus más de 1,500 edificios históricos, concentrados en tan sólo una superficie de 9km². Estos vestigios arquitectónicos son producto de las diversas poblaciones y ciudades que se han asentado en el lugar, todas parte de una misma historia: los mexicas y la gran Tenochtitlan; los españoles y su Nueva España; los independentistas y su México; los revolucionarios con su nación en construcción, y los mexicanos de la actualidad con su ciudad de vanguardia.
Todas esas ciudades, sobrepuestas unas sobre otras, conforman el centro moderno que conocemos hoy en día, ese donde se concentran las decisiones que guían el futuro del país, donde comienza la dinámica comercial que se desplaza hacia a las regiones periféricas, donde tienen lugar manifestaciones venidas desde los rincones más inhóspitos de la República, y donde la riqueza cultural y artística atrae a turistas de todo el mundo.
Son muchas las leyendas que se esconden entre el concreto monumental y la vida de los pobladores del Centro Histórico de la ciudad; por eso, este espacio se ha convertido en un museo vivo cuya cotidianidad exhibe la historia de la nación mexicana, misma que se puede descubrir caminado por sus calles, platicando con sus habitantes, comiendo en sus restaurantes y visitando alguno de los muchos recintos culturales y artísticos donde se resguarda un pedacito de cultura mexicana.
Son tantos los atractivos y actividades que se pueden realizar en el Centro Histórico de la ciudad, que la labor de enumerar los recintos dignos de visitarse sería siempre insuficiente. Sin embargo, aquí compartimos una lista de los lugares considerados como los más emblemáticos:
La plaza de la Constitución: rodeada por varios edificios históricos como la Catedral Metropolitana y el Palacio Nacional, esta plaza, mejor conocida como la plancha del Zócalo capitalino, es un rectángulo de concreto que mide aproximadamente 21,344m² y que simboliza, junto con el asta bandera que se encuentra en su interior, el punto central de la ciudad.
Durante la época prehispánica, el espacio que actualmente ocupa la plancha formó parte del islote original sobre el que se erigió la ciudad de Tenochtitlan, y fue durante la Colonia que se trazó la forma de la plaza, misma que se ha conservado, aunque su interior se ha transformado varias veces, pasando de albergar bellos jardines al espacio vacío que hoy en día permite reunir a cientos de miles de mexicanos que se dan cita en el lugar para presenciar conciertos multitudinarios, participar en mítines políticos o simplemente, caminar por la superficie.
Templo Mayor: el centro de la vida religiosa mexica, construido en la época prehispánica, justo en el sitio donde los peregrinos de Aztlán encontraron la señal del águila posada sobre un nopal devorando una serpiente, fue destruido tras la conquista de Tenochtitlan para trazar sobre sus restos la ciudad de Nueva España.
A lo largo de los siglos, en los alrededores de la zona fueron hallados varios objetos mexicas, pero fue hasta 1978, cuando unos trabajadores excavaban en la esquina de las calles de Guatemala y Argentina, que se encontró la escultura de la diosa Coyolxauhqui, misma que motivó excavaciones que revelaron algunos de los restos del tempo que hoy sobresalen de la superficie.
A un costado de la zona arqueológica fue inaugurado en 1987 el Museo del Templo Mayor, donde se exhiben parte de los hallazgos del centro ceremonial y varias piezas que conformaron ofrendas religiosas mexicas.
El precio de admisión al lugar es de 57 pesos para el público en general, y es gratuito para profesores y alumnos con credencial vigente.
La Catedral Metropolitana: esta joya del arte hispanoamericano, construida a lo largo de tres siglos −1573-1813−, se ubica frente a la plaza de la Constitución y, además de ser uno de los recintos religiosos católicos más importantes del país, es la sede de la Arquidiócesis Primada de México.
Se puede comprar un boleto para subir al campanario de la iglesia y admirar la plancha del Zócalo desde las alturas.
Palacio de Bellas Artes: este inmueble de fachada de mármol, cuya construcción inició en 1904 y tardó 30 años en culminarse, derivó de los sueños capitalinos afrancesados que pulularon durante el porfiriato. En su interior se encuentran varias salas de museo que albergan diversas exposiciones itinerantes de diferentes partes del mundo, una bellísima sala de conciertos con una acústica perfecta y varios murales de José Clemente Orozco, Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros y Rufino Tamayo, entre otros.
Los precios de admisión al lugar dependen del espectáculo o exposición que se quiera presenciar.
El Museo Nacional de Arte: en Tacuba no. 8 y construido durante el mandato de Porfirio Díaz, este majestuoso inmueble es ejemplo de la arquitectura ecléctica. En 1981 se fundó en el lugar el Museo Nacional de Arte, considerado uno de los recintos culturales más importantes de Latinoamérica por su acervo de 3,338 obras del arte mexicano, que se ubican entre el siglo XVI y el XX.
El precio de admisión al lugar es de 30 pesos al público en general.
Torre Latinoamericana: el primer rascacielos de la ciudad, que fuera por varios años el edificio más alto de Latinoamérica, fue construido entre 1956 y 1972. Actualmente, en el piso 44 de la torre hay un mirador desde el que se puede obtener una vista panorámica de la ciudad; además, en otros pisos se encuentran un museo, un acuario y un restaurante.
El boleto para subir al mirador cuesta aproximadamente 60 pesos.
Otros de los espacios icónicos de la ciudad que las personas no pueden dejar de visitar son la Alameda Central, el Palacio de Minería, el Palacio de Correos, la Antigua Casa de Moneda, la Casa Talavera y el Museo de San Ildefonso.
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