Caminando vienen las mejores ideas. Kant caminaba diario a la misma hora, con precisión alemana, haciendo el mismo ritual, para pensar y ejercer su “crítica de la razón”. Nietzsche escribió memorablemente: “Todos los grandes pensamientos se conciben caminando”. Baudelaire concibió la idea del flaneur (la crítica estético-hedonista de la ciudad) caminando por París a la deriva, recorriendo los recovecos en una especie de meditación lírica en movimiento. La esencia del dandi era esa: más que el hombre que se viste de manera hiperestilizada, el hombre de la mirada estilizada, que ejerce una perspectiva única, fruto de todo lo que ha visto, de haber extendido el rango de lo que puede verse. Las cosas que miramos en la ciudad enriquecen nuestros ojos.
No sólo si tienes una inquietud filosófica caminar rinde beneficios. Caminando se conoce a la gente de manera espontánea, sin el rigor sofocante de un ambiente cerrado. Caminando se encuentra lo inesperado. Se juega a la sincronicidad y a la serendipia; se absorben los olores, la fauna y flora de la jungla de concreto. Se encuentran los regalos del instante o las monedas tiradas del azar. Caminando te pierdes de otra forma y entras en otro estado mental, con tu cuerpo y sin una máquina. Caminando se aspira a la mística del lugar, a formar relaciones psicogeográficas, a sembrar memorias más duraderas en el espacio y a sintonizar memorias de otros tiempos, de otras personas, que se vuelven constelaciones y bibliotecas colectivas que flotan en el aire y son luego el aura de las cosas.
¿El DF es una ciudad para caminar? Ciertamente no lo ha sido en tiempos recientes –desde que se esfumo la “región más transparente”. En medio del smog, el exceso de automóviles, las pocas áreas verdes, la marginación, la vibra policíaca y el abismo que divide a las clases sociales, es difícil ejercer ese arte que necesita de cierta tranquilidad, de cierto arrellano estético. Una ciudad que se camina es una ciudad que piensa en el peatón (política y arquitectónicamente) y que hace pensar. En los últimos años hemos visto lo que podría ser un aire esperanzador para el urbenauta. Las zonas con parquímetros y ecobicis y calles remodeladas con andadores en el Centro y en otras zonas parecen ir en esta dirección; no así el fomento perenne del consumismo de automóviles… Algunas zonas céntricas empiezan a ser más agradables –pero ni se te ocurra caminar por Santa Fe o Interlomas (¡donde a veces ni siquiera existen las banquetas!) (en otros lugares los que caminan son la élite, que disfruta del cielo y el paisaje). Por momentos, es cierto, se disfruta caminar entre las jacarandas, por momentos soleados y aunados de jóvenes defeñas o una nueva ola de lindas extranjeras y extranjeros que brindan diversidad y frescura. Sin embargo, falta mucho para que la ciudad de México sea una ciudad de alto calibre pedestre. Caminar por la ciudad sigue siendo un lujo.
Twitter del autor: @alepholo
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