El Pifas, o sea Epifanio Leyva: primero ayudante de pulquero, luego boxeador amateur, después sólo pulquero para convertirse en exboxeador. Cuenta, entre otras de sus anécdotas, cómo se alejó del cuadrilátero: se volvió borracho y no mantuvo la disciplina necesaria para ser un digno pugilista, como su admirado y casi maldito –por su inacabado fracaso–Toluco López, quien fue famoso por su manera de pelear y también por ser un beodo empedernido y mujeriego que, dice la leyenda, se perdía durante días, al cual muchas veces encontraron justo antes de subir al ring y que murió a los 40 años pobre pero rodeado de la celebridad –fue amigo de Pedro Infante y Javier Solís– que acompaña a los de su estirpe: ser un campeón sin corona; o la de otro maldito, el Chango Casanova, uno más de sus ídolos (del Pifas), apodado así gracias a sus largos brazos, quien también era llamado el “Nevero de la Merced”, que peleó en 1932 en Montreal por el titulo mundial gallo y quien, llevando todas las de ganar, se puso una borrachera digna de la contienda que al otro día celebraría y por la que los cronistas aseguran que perdió. Rodolfo Casanova a partir de entonces cosechó fama y fortuna que dilapidó entre alcohol y seguramente el recuerdo de su “ya merito”, más que condición mental del mexicano, maldición que lo persigue, muriendo en los años 80 en condición de calle.
El Pifas tal vez asumiría con mayor desfachatez su maledicencia, sin conjurar en contra de su futuro y llevándolo a buen puerto; la experiencia en otras pulquerías en las que ya había trabajado le dieron los conocimientos para hacer el pulque que le dio un sitio y, sobre todo, para hacerse de la pulquería con la que se gana la vida: La Hija de los Apaches. No llegó ahí de tajo y no es que fuera, por otro lado, una gesta heroica sino una cuestión de batallas afuera del ring, que es otra duela en la que el boxeador también compite y en la que la mayoría de las veces pierde: estuvo en La Juguetona en Martín Carrera y trabajó en La Rosita de Santa María la Ribera a unas cuadras de la cantina París en la que José Alfredo debutó.
La Hija de los Apaches, primero ubicada en la avenida Cuauhtémoc, pasó hace algunos años a encontrarse en la calle Doctor Claudio Bernal 146. El Pifas fundaría la mutualista, que es una asociación de expugilistas cuya residencia natural fue su pulquería pero que tuvo que mudar su sede gracias a que una nueva generación se apoderó del sitio; eso sin hacerle caso a la propaganda de las cervecerías que aseguraban que el pulque se hacía poniendo en la bebida una muñeca, o sea un pedazo de caca (humana o de vaca) envuelta en un trozo de manta de cielo y esparciendo el rumor, exagerando el escozor que causa “la baba” de la bebida de los dioses.
La Hija de los Apaches está decorada en la forma de un pequeño culto hacia la figura del Pifas; distintas imágenes corroboran los sueños de fama y grandeza que este personaje, sin ser altanero o pretencioso, alcanza en su espacio: Epifanio en un cartelón como si fuera Scarface, como el tío Sam o The Grandfather; como si fuera el personaje central de un dólar o en lugar de la Astarté del Starbucks, la cara del Pifas en StarPulque; también en el lugar del Maestro Limpio o suplantando a ese personaje invasor y alejado de la avena Quaker. Sientes que te encuentras en un lugar donde cabe de todo y todos los martes y los miércoles hay baile con grupo en vivo y los grupos pueden ir desde la salsa hasta pasar por el jazz, es decir experimentar casi cualquier tipo de género; por eso se agarran parrandas donde todo es posible, sumergidas en varias influencias o compartir los tragos con alguna otrora celebridad de los cuadriláteros que en ocasiones se deja ver por el sitio.
El Boxeador
Un eco protocolario corre del pecho hacia la garganta; puede ser el público que te encuentra agradable:
Alí dijo: “Soy guapo, soy rápido y nadie puede ganarme”.
El Pulque
Se le llama Otli oyuque cuando ya está fermentando o pasado, Otli ixtla cuando estaba en su mejor punto y Otli poliuqui cuando ya está podrido. Tal vez el origen del nombre viene del arahucano chileno, como afirmó Clavijero. Se raspa dos veces al día; se debe tener extremada limpieza en su proceso de obtención. Los antiguos sólo se lo permitían beber a los ancianos porque trata de distintas maneras, fermenta y embriaga, si lo tomas despacio, si no te empanzonas.
El respetable
Pero también puede ser el rumor del abucheo; ¿por qué, si estás ahí para ser el mejor? Para dar un espectáculo en el que se te han roto los dientes, porque tu tabique dibuja un surco que no le va bien a tu cara. Tu hígado lo resiente, tus ojos, tu mentón, los dedos engarrotados, trabados de pánico, de odio o dolor, de lujuria, atascados de victoria, recuerdas el coche que siempre quisiste en la puerta y a su lado la mujer, aquella que soñaste con los hijos que soñaste. Porque te has abierto el camino peleando pero no lo haces por ser un héroe:
Larry Holmes dijo: “¿Has sido negro alguna vez? Yo fui negro una vez… cuando fui pobre”.
Lo haces porque no te quedó de otra, porque era de esa manera o te morías de hambre y, sin embargo, aprendes a ser una flama para ahogarte detrás de un universo etílico…
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