Una de las expresiones de la religiosidad del DF más enigmáticas es el culto que se dedica a San Judas Tadeo. El día 28 de cada mes la Iglesia de San Hipólito (Hidalgo 107, colonia Centro, a espaldas de la Alameda) se llena de fieles que llegan en peregrinación de todas las zonas de la ciudad, aunque nunca como el 28 de octubre, día de la fiesta mayor del santo, cuando estas visitas son verdaderamente masivas.
El culto a San Judas es relativamente reciente. De hecho, como dijimos, la principal iglesia donde se le venera se consagró originalmente a San Hipólito, quien a su vez fue elegido como santo patrono de la ciudad de México y protector del primer manicomio de la Colonia. Sin embargo, en algún momento de finales del siglo XX, San Judas comenzó a ganar preeminencia en el santuario por razones que todavía no se han explicado cabalmente.
¿Hay un vínculo entre la advocación de San Judas, patrón de las causas imposibles, y el origen socioeconómico compartido por la mayoría de sus fieles? San Judas recibe la veneración, en buena medida, de las clases marginadas, jóvenes en una buena proporción (lo cual no parece casual para el momento histórico en que se encuentra nuestro país), obreros, y a veces también delincuentes de delitos menores como robo en su modalidad taloneo. ¿Es que vivir en esta ciudad es, eventualmente, una causa imposible que para lograrse necesita de la intercesión divina?
Aquí no tenemos la respuesta, pero en todo caso aprovechamos la ocasión para hacer notar (si había pasado desapercibido) este que es uno de los elementos más singulares de la vida diaria en la ciudad.
Imagen: Jair Cabrera Torres / flickr
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