Nombrar a los hijos e incluso educarlos es quizá reflejar las propias aspiraciones en ellos (lo anterior, con un cierto grado de equilibrio, es positivo), pero algunas veces los hijos se usan como un proyector de todo lo les que gustaría para sí mismos a los padres.
En México es sabido que hay algunos tutores que históricamente han puesto bizarros nombres a los bebés, que ciertamente luego repercuten en el trato social que reciben: casos de registros de nacidos con nombres como Aniv de la Rev u Old Navy han causado la risa de muchos; pero más allá de lo chusco existe una cierta, aunque simpática, falta de conciencia.
En un reciente reporte del Registro Civil del DF se publicaron algunas particularidades, como los nombres más raros puestos a los bebés recién llegados: Axel Lars, Harry Potter, Woody, Candi o Blanca Nieves, un fenómeno que parece replicarse año con año y que está influenciado por los medios masivos, que ahora muestran producciones mayormente norteamericanas.
Sin embargo, un nuevo y chusco capítulo ha surgido como una moda en la ciudad de México al momento de registrar a los hijos. Según Héctor Maldonado, director del Registro Civil del DF:
“Tenemos ahorita mucho la moda de poner algunas letras del nombre del padre y de la madre, juntarlos y hacer un nombre único como Feral, Fernando y Alma”, señaló el director del Registro Civil del DF.
Como parte de este capítulo en 2012, por ejemplo, se registraron Sundury, Adaiah, Calebl, Yoem, Ita Livi, Hiwet, Habib, Leah, Cointa, Yotuel, Eitan Simja, Kobee, Duho, Mitzuo, Summer Helleny y Marley.
No se conoce de dónde viene la tendencia, pero por el ingenio que caracteriza al mexicano no es un fenómeno que sorprenda del todo; de hecho, más de alguno quizá se pregunta cómo es que no había sucedido antes. ¿Qué hay con inventar nombres, más al estilo romántico, con letras de ambos padres? Quizá lo anterior se propague a la invención de nuevas palabras; finalmente, ¿no es la realidad eso que hacemos de ella?
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