(Art by Jesse Treece)
Quizás aún no lo has notado, pero cuando algún inexperto del lugar te aborda en la calle para preguntar sobre una dirección o referencias de algun sitio que tú tampoco conoces, la respuesta inmediata que sale de tu boca raramente es un automático “No sé”. Antes de llegar a expresar nuestro desconocimiento surgen respuestas como “espérame…. (meditación)”, “1, 2, 3 calles y mhhh (reflexión)” o “es que para allá creo que ya no es (conclusión definitiva)”.
Tal vez esto se deba a que, en la ciudad de México, las personas nunca queremos mirarnos inexpertos y procuramos hacer saber todas las referencias que tenemos de la ubicación (aunque en realidad no sirvan de nada); o probablemente sea sólo nuestro intento por dar la mejor respuesta como símbolo de hospitalidad y amabilidad. Lo cierto es que un mexicano, si no lo sabe, lo inventa.
Hagamos una comparación veloz: la gran mayoría de parisinos, al otro lado del globo, no se detienen cuando un foráneo pregunta por una ubicación. Si conocen el lugar, lo señalan rápidamente y siguen su camino. Es evidente que esto pueda llegar a ocurrir en París, una ciudad con un tráfico turístico de 83 millones de personas al año y donde la fila para entrar al museo del Louvre es aún más larga que la de una oficina de empleos. Sin embargo, en la ciudad de México el efecto es totalmente opuesto, ya que se concentra mayor cantidad de habitantes que turistas y, con ello, una diversidad mayor de costumbres invade la zona capital.
Pero retomando la cuestión, pese a que los mexicanos, en muchos de los casos, terminemos confundiendo más a los foráneos que preguntan por una ubicación, la realidad es que se engendran ciertas ventajas sobre esta costumbre que mucho tiene que ver con el aprendizaje de las dos partes. Por un lado, el residente del lugar (el emisor) se hace un mar de preguntas en la cabeza mientras procura recordar todos los puntos de la calle que le recuerden en dónde ha visto ese lugar o si de verdad existe, y aunque después de meditarlo no obtenga respuesta para sí mismo, la próxima vez que pase por ese lugar espontáneamente, estará atento y lo recordará precisamente porque en México, nadie es inexperto de su ciudad ni mucho menos de su cultura. Por la parte del sujeto que viene de exterior, el receptor (que no precisamente viene de otro país) intentará -poniendo a prueba sus habilidades analíticas- descifrar la información que sea de ayuda para hallar la localización deseada: nociones de lugares cercanos que el sujeto emisor intentó describir, las personas que probablemente puedan ayudar más adelante o las señales que te dicen “de aquí ya te pasaste”. Al final de la misión, el sujeto receptor no olvidará nunca cómo es que llegó a la ubicación y un plus es que seguramente conoció la ubicación de otros lugares más. Con esto concluimos que la ciudad de México es hospitalaria, sus habitantes no te dejarán morir solo si estás perdido y sus conocimientos muy probablemente superan la respuesta que en un principio deseabas conocer, porque si un mexicano no lo sabe, lo inventa… y efectivamente, acierta.
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