Ante tantos retos que enfrentan las grandes ciudades en la actualidad pareciera que una cualidad fundamental, indispensable, que se debe desarrollar, es el civismo. Una urbe en la que sus habitantes no accedan a esta virtud difícilmente podrá encarar, y mucho menos resolver, sus principales problemáticas.
El civismo, definido como un código de principios esenciales para permitir una convivencia social que sea armónica y funcional, es el lienzo primario a partir del cual una sociedad podrá diseñar un destino que favorezca la calidad de vida compartida.
Pero más allá de sólo reflexionar o intentar definir un comportamiento cívico, en esta ocasión nos concentraremos en puntualizar aquellas actitudes o prácticas que, contrario al bien común, enturbian la convivencia y, por lo tanto, califican a aquel que incurre en ellas como un ciudadano deplorable:
Respeta las filas de autos: si tú eres de los que piensa que saltarte la fila de coches para dar una vuelta te hace un tipo más vivo o sagaz, o si no tienes la inteligencia suficiente para dimensionar que, a pesar de ahorrarte de forma inmediata unos cuantos segundos por tu osadía, a mediano plazo ese tipo de actitudes terminará perjudicando tu movilidad (con gestos similares protagonizados por otros tú’s), entonces te damos la bienvenida a este indeseable club.
Respeta al peatón y viceversa: la educación de los automovilistas frente al peatón es un requisito tajante de civilidad, y en los casos en los que existe una convivencia armónica entre ambos grupos se respira un ambiente mucho más grato y funcional. Pero también, vale la pena decirlo, los peatones a su vez tienen ciertas responsabilidades frente al automovilista, ya que el hecho de ser la figura más vulnerable dentro de la movilidad urbana no le exime de cumplir ciertas reglas básicas. Ser un mal peatón o un mal automovilista abona a que una ciudad se convierta en un lugar hostil.
No tires basura: si en pleno 2015 no te has dado cuenta de que tirar basura es, desde cualquier perspectiva posible, un acto deleznable, entonces también tenemos el privilegio de informarte que tu existencia es poco deseable para la ciudad. Por cierto, esto también te incluye si en lugar de estar atento para entregar tu basura al camión que circula diariamente decides ir a depositarla en la esquina más cercana, cobijado por las discretas sombras de la noche.
No contribuyas a la contaminación sonora: ya sea montado en una motocicleta particularmente ruidosa, como estandarte de una virilidad simulada, conducir con el estéreo de tu auto a decibel brooklyniano o contribuir de casi cualquier forma a la contaminación sonora del espacio urbano, esto es una buena razón para calificar como un ciudadano non grato.
No apartes lugares de estacionamiento: si tu egoísmo psicótico te sugiere que tienes derecho a guardar lugares en tu calle utilizando tambos, cajas o cadenas, y sucumbes ante esa decadente voz, de nuevo, ¡bienvenido al club! La vía pública es precisamente eso: de todos. De hecho, aunque en menor medida, estacionarte en medio de dos lugares, sin considerar que moverte un metro y medio permitirá que en ese lugar quepa otro auto, también podría incluirse en la insana apropiación de un espacio que nos pertenece a todos.
No incurras en actos de corrupción: si eres de los que se queja de la situación nacional y tuiteas a favor de la civilidad o las causas ciudadanas, pero al momento de ser detenido justificadamente por un policía optas por el atajo de la “mordida”, entonces favoreces la sistematización de la corrupción como un credo nacional, lo cual poco ayudará a que algo mejore.
No te fugues tras pegarle a un automóvil: no asumir tu responsabilidad cuando le pegas a otro auto y optar por darte a la fuga es una conducta poco decorosa, injusta y que está lejos de promover una convivencia sana.
Leave a Reply