El nombre de Jorge Luis Borges está asociado, casi inevitablemente, a un notable grado de solemnidad. Tal vez porque en su iconografía es casi siempre un anciano invidente al que, por encima de todo, se le debe respeto.
Pobre Borges, él que si algo tuvo en su vida fue inteligencia, ingenio y conocimientos suficientes para no ser reducido nunca a la figura de un viejo apacible y bondadoso. Basta echar una hojeada al monumental Borges de Bioy Casares para encontrar esa autenticidad suya que estaba hecha de agudeza que por momentos era casi despiadada. Borges no era emotivo ni sentimental sino, por el contrario, más bien alérgico a los lugares comunes y los clichés del patetismo.
Prueba de ello, en cierta forma, es esta fotografía de Rogelio Cuéllar que lo retrata meando. Sí, Borges también meaba porque, después de todo, no era más que un ser humano. La imagen es de 1973, de la primera vez que el argentino visitó México. Según el testimonio de Cuéllar que el escritor Fernando Fernández transcribió en su blog, Cuéllar acompañó a Borges a los baños de San Ildefonso, la mítica escuela preparatoria de la ciudad de México, en donde este último se encontraba para grabar unos programas de televisión junto con Octavio Paz, Salvador Elizondo y Juan José Arreola.
En cierto momento, Borges dijo a Cuéllar: “Oye, duende, quiero hacer pis”. La ceguera de Borges estaba ya entonces avanzada, por eso para él la figura que lo seguía por todos lados, en todo momento, desde que bajó del avión, sólo podía ser un duende. Ese era Rogelio Cuéllar.
Entonces busqué un baño. Yo no los conocía, y cuando entró a esos antiguos baños de San Ildefonso quedó alucinado, porque era una imagen muy borgeana. Era así como espejos… de Lewis Carroll. Se repetían uno a uno, no sé cuántos mingitorios eran, pero por lo menos eran diez. Entonces no lo dejo en el primero sino en medio. Me retiro y digo: “¿Hago una foto, no la hago? ¿La hago, no la hago?”. Entonces hice una primera foto y escucho que él dice: “El duende ya está haciendo travesuras, ¿verdad?”, pero con un tono de voz de complacencia, de complicidad… Hice dos, tres fotos más.
Según el relato de Cuéllar, Borges se lo tomó con humor. A fin de cuentas se trataba de algo que todos hacemos todos los días. La fotografía resultante, por otro lado, es destacada, afortunada quizá, como si el único que podría estar meando ahí, en medio de esa fila de mingitorios que parece interminable, fuera Borges y nadie más.
Twitter del autor: @saturnesco
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