Hoy debo ir al centro de la ciudad, es viernes, y pienso en el tráfico que me espera. Haciendo eco de lo que toleraré como un mal endémico urbano, observo los rostros, dentro de lo posible, de los taxistas que pasan frente a mí. Elijo el taxi de un señor que parece rondar los 70 años, y por su aspecto amable, decido intuitivamente que será confiable.
Ya en el taxi comienzo una conversación de esas que se inician por una amabilidad que hará, aunque la platica no prosiga, que el trayecto sea más ameno, ya con un ligero halo de confianza de por medio. Inicio preguntando por el tráfico, un tema por demás trillado en las conversaciones de taxi; me dice que por las marchas recientes de los alumnos del Politécnico Nacional, el tránsito ha sido complicado, pero hay un aire de emoción en su voz que después me explico totalmente.
Con el trayecto de la conversación descubro que Ángel Mendoza (más tarde me compartió su nombre) es un veterano de la lucha estudiantil del 68. Pero no un veterano que únicamente acudió a las marchas, sino que presenció el inicio del movimiento en la prepa Vocacional 5, y fue encarcelado por participar en las manifestaciones. Platica irónicamente sobre cómo el gobierno en ese tiempo, encabezado por Díaz Ordaz, creía (según su apreciación), que en el país se fraguaba un movimiento comunista de considerable fuerza.
Seguimos la plática, y noto que entre sus emociones está la alegría de percibir un despertar de los mexicanos tras muchos años de injusticias y reformas que, en su opinión, han favorecido a unos pocos. Dice, y coincido, que la inconformidad generalizada está cobrando voz, una juventud que despierta. Hemos llegado a mi destino, y desciendo del taxi con la agradable sensación que me ha dejado un personaje culto, enterado, y que recorre las calles en su taxi con un nuevo sentimiento de esperanza.
*Dejamos aquí el link de la primera parte de “Historias sobre ruedas”
Twitter de la autora: @anapauladelatd
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