Historias sobre ruedas: crónicas de taxistas en la ciudad de México (Parte I)

Abordo un taxi “de calle” en la colonia Condesa para dirigirme a la colonia Roma. Hago la parada a un taxi que parece limpio (decente) y antes de subirme checo la actitud de su conductor (una mínima dosis de precaución es importante).

El trayecto es corto. Quizá por eso José Luis Ortega, mi conductor, no pierde tiempo y momentos después de que abordé y le indiqué mi destino, comienza la conversación.  

José Luis escucha música relajante (instrumental semi new-age), dice que psicológicamente ayuda para liberar la ansiedad. Él asegura que la ansiedad es una de las sensaciones que más puede deteriorarnos.

Una vez compartido este secreto antiestrés, me comenta que es propietario del automóvil que maneja y que además tiene otro, el cual alguien más le maneja. Explica que con los gasolinazos y las nuevas medidas es difícil mantenerlos, y luego denota un gesto de empatía con “los que tienen taxis viejos”, ya que con la nueva ley ya no podrán circular.

Pero lo realmente memorable de mi conversación con José Luis, la verdadera historia sobre ruedas, comienza cuando me platica de su otra profesión, una que le costó mucho trabajo “sacar”, según explica. Tras su semblante sereno y sus lentes hay un hombre que también es un criminalista: conoce las secuelas psicológicas que conducen a un hombre a cometer un crimen, en la mayoría de los casos, asociados al rechazo en la niñez y la falta de cariño, aunque suene cursi, me dice.

Por las noches trabaja en su profesión; tiene la agenda apretada, pero es lo que más disfruta: esta incipiente práctica en México, la criminalística, va enamorando a los más inesperados adeptos. El duplicar profesiones responde no sólo a una estrategia económica, sino a un factor de pasión. José Luis vive de sus taxis, pero su vocación es la del criminólogo.

Poco antes de llegar a mi destino final me empiezo a imaginar qué tanto aplicará sus dotes analíticas de criminalista con los pasajeros que diariamente transporta, y luego concluyo que debe ser una combinación fascinante la de taxista-criminólogo.

En fin, gracias a José Luis, lo que fácilmente pudo haber sido un trayecto cualquiera, aburrido, se convirtió en una charla entretenida que terminó por hacerme reflexionar no sólo sobre las condiciones socioeconómicas de los habitantes del DF, muchos de los cuales tienen que recurrir a dos empleos, sino también sobre la naturaleza de la psique humana y lo hermoso que es tener una pasión.  

Twitter de la autora: @anapauladelatd


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