La historia de Frida Kahlo es bastante peculiar. Y es que no solo se curtió a base de dolor tanto físico como emocional, estuvo casada con uno de los grandes pintores del siglo XX y entabló amistad con algunas de las más destacados personajes subversivos de su época, sino que con el tiempo terminaría por convertirse en un ícono de la mexicaneidad surrealista e inclusive del feminismo.
Su obra, apreciada por muchos y menospreciada por otros tantos, está empapada de una radical sensibilidad –tal vez por ese “coraje creativo más allá el dolor” que irradiaban sus creaciones–. Pero más allá de su trayectoria como artista, su personalidad, su figura, han trascendido las generaciones y la geografía –dándole, tal vez paradójicamente, más fama que al propio Diego Rivera. Su colorido tormento terminó por crear una viva mitología alrededor de Frida, como un precioso faldón que difícilmente la memoria humana dejará y que hoy la colocan como una de las grandes embajadoras de la cultura mexicana frente al mundo.
Paradójicamente, y a pesar de que ellas jamás consideró su obra como surrealista, corriente a la cual incluso condenaba (“Odio el surrealismo. Me parece una manifestación decadente del arte burgués.”), lo cierto es que ella misma, su entorno y esa actitud que le llevó a afirmar ante la enfermedad “Pies, ¿para qué los quiero si tengo alas para volar?”, son aspectos que exudan surrealidad.
A continuación presentamos una serie de fotografías, compiladas por el Huffington Post, que muestran a Frida inmersa en su surreal cotidianidad:
Kahlo en La Casa Azul / Por Gisele Freund
Frida Kahlo peinando a Rosa Covarrubias (1940).
Leave a Reply