Probablemente no exista mayor insignia mexicana que la del vestuario de un mariachi que, gracias a nuestro auténtico sincretismo cultural ha transmutado de innumerables formas hasta mostrarse como el que hoy conocemos: traje negro y entallado, ornamentado con bordados dorados y botonaduras de la usanza charra; aunado a ello unas buenas botas, sombrero de ala espectacular y quizás un elegante moño. La estética del vestuario de este músico tradicional es reconocido en todo el mundo paralelamente a sus capacidades vocales para interpretar sonetos complejos de la música popular mexicana.
Y aunque la figura del mariachi sea un distintivo mexicano sólo de índole musical, lo cierto es que puede llegar a ser también una especie de gurú divulgador de las eufonías que convergen en el diálogo entre diferentes culturas. Parece exagerado pero no lo es, y el mexicano Karim Hauser lo mostró con este extraordinario proyecto que redactó para la BCC. Hauser es especialista en relaciones internacionales y también un periodista excéntrico y multilingüe que le ocurrió documentar sus visitas a diferentes rincones del mundo vestido de mariachi. ¿Ironía y simple diversión? Un poco más que eso. Además de este extraño y surrealista proyecto fotográfico, Hauser relató sus experiencias de cada lugar que visitó: expresiones, opiniones, sonrisas y sorpresas de la gente al ver a un mariachi hablando árabe, francés o unas cuantas palabras en turco mientras lograba meterse a un partido de cricket en Cambridge, o recitaba una canción popular en los tubos del monumento al compositor Sibelius en Finlandia. “Es algo que la gente no espera, romper con estereotipos”, cuenta Karim luego de haberle prestado su sombrero a un iraní para luego saludar a unos sauditas en Doha, dos nacionalidades hoy enfrentadas.
Mariachi in Transit es como se hace llamar, un camaleón nómada que a lo largo de sus viajes por Madrid, París, Estambul, Copenhague, Santiago de Chile, Buenos Aires, Cambridge, Londres y hasta Helsinki, se convierte en una especie de apátrida para comunicarse con las personas deliberadamente como lo que son: personas.
“No soy partidario del selfie, me interesa el intercambio con la gente. Y el ojo del fotógrafo”, cuenta Karim. Sacar de contexto la figura del mariachi de su sede Garibaldi (por cierto que el traje fue adquirido en La Lagunilla) y posarla en lugares distintos al rededor del mundo donde nadie se lo espera es quizás una fantasía, pero una de esas que nos recuerda lo sencillo que es olvidarnos de nuestras historias como nación y volver a un estado natural de diálogo espontáneo para intercambiar sólo pensamientos.
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