Hoy parece cosa del pasado, pero hace apenas un siglo el 90% de la población en México era analfabeta. Por ello, desde el siglo XVIII, existía en la ciudad de México (ahora casi en extinción) un grupo de personas dedicadas a escribir cualquier documento que una persona que no sabía hacerlo necesitaba: los escribanos.
El lugar donde más se congregaban estas personas (y hasta hoy) era el Portal de Santo Domingo, ubicado en la plaza con el mismo nombre; un sitio histórico donde a su vez se cree que se encontraba la casa de Cuahutémoc, último tlatoani mexica.
Aquí, antes con plumas y tinteros, los escribanos redactaban las cartas, incluso de amor, que las personas dictaban con impaciencia. Hoy los pocos que quedan lo hacen con una máquina de escribir para entregar en instantáneo el papel a sus clientes.
Foto:blog.benetton.com
En algunos otros sitios, como oficinas de correo, todavía quedan pocos; la mayoría casi adultos mayores. Son un tesoro casi extinto pues hoy hasta el 90% de los habitantes del país saben escribir. Sin embargo, su función, con el ritual que implicaba la escritura hace unos años, se condensa en este acto de oralidad, paciencia, y una dedicación casi artesanal.
¿Imaginas la poesía implícita en una persona dictando sus más profundos sentimientos a otra en una plaza pública? El oficio de los escribanos lleva una carga estética; imprimía importancia al sugerente acto del pensamiento y su materialización en una escena cuasi teatral.
Twitter de la autora: @anapauladelatd
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