Sobre recuperar el sentido comunitario en la gran Ciudad de México

Es difícil sentir que somos parte de un grupo cuando vivimos rodeados de desconocidos, pero es posible, sólo si somos capaces de replantearnos la idea de comunidad.

Pocas ciudades son tan difíciles de vivir (o de sobrevivir) como la Ciudad de México; lo mismo pasa en todas las grandes ciudades. El espacio vital es reducido, la gente vive sólo para su beneficio y existen pocos espacios de recreación que hagan de la cotidianeidad algo más agradable. Por suerte, con un poco de voluntad y conciencia, la vida en la ciudad puede mejorar.

Hoy, un poco más del 50% de la población mundial vive en ciudades, y esta cifra está en ascenso. Esto nos obliga a replantearnos la manera en que vivimos y también la manera en la que convivimos con quienes viven cerca de nosotros; nos obliga a preguntarnos qué se necesita para vivir en comunidad, una tarea que implica necesariamente la cooperación y la generosidad.

https://mxc.com.mx/2014/12/estas-increibles-fotografias-muestran-una-cara-de-la-ciudad-de-mexico-que-nunca-habias-visto/

Existen proyectos en distintas ciudades del mundo que funcionan como un aliciente para integrarnos con quienes viven cerca de nosotros. Las plantas son un hermoso primer paso y esto explica la proliferación de proyectos de ciudades biofílicas, huertos urbanos y azoteas verdes, entre otros.

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En varias ciudades del mundo, por ejemplo, existen los jardines comunitarios, espacios en medio de la ciudad que son propiedad del estado y que son transformados por los vecinos en jardines cerrados: espacios exclusivos para su disfrute en los que se siembran huertos o que se acondicionan como espacios para que los niños jueguen y la gente adulta pueda leer o disfrutar de la tarde en un hermosos jardín. La convivencia y el trabajo en equipo que implican la creación y el mantenimiento de estos espacios acercan a quienes comparten su espacio vital.

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Podríamos continuar con los libros. Otro buen ejemplo de este tipo de proyectos es The Little Free Library, que consiste en la creación de pequeñas librerías (del tamaño de un buzón) que son colocadas afuera de las casas y donde la gente pone a disposición sus libros para que los vecinos puedan tomarlos, leerlos y devolverlos. El respeto y la generosidad son la esencia de este proyecto.

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Aunque parezca una idea lejana, una vida tranquila y placentera dentro de una metrópolis como la nuestra podría ser una realidad si recuperamos el sentido verdadero de la palabra comunidad y aprendemos a dar algo a nuestro espacio y a la gente con la que lo compartimos, además de respetar a quienes nos rodean. Esto sólo puede resultar en ciudades más cómodas, más felices y, finalmente, más bellas.

 

Twitter de la autora: @imissmaria


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