México. Un país lleno de cultura, tradiciones, colores e historia. En esta última podríamos ahondar, ya que se trata de un camino largo; de conquistas, fusiones, batallas, revoluciones, independencias, matanzas, desapariciones, en fin, de una historia que nos ha formado y nos ha convertido en lo que somos hoy.
Bien dicen que todo artista requiere de una musa, y en el caso de estos literatos, México ha sido la inspiración principal de aquellas letras que han hecho de la literatura mexicana una muy vívida y especial a los ojos del resto del mundo.
Aquí te presentamos algunos autores de la Ciudad de México que han tomado su propia nación como la protagonista de sus obras:
Elena Poniatowska: Su apellido no nos dejará mentir, Elena no es originaria de este país. Sin embargo, ha radicado en esta ciudad la mayor parte de su vida y se ha enamorado tanto de ella que sacó hace varios años su nacionalidad mexicana. Desde pequeña encontró una especial fascinación por México, y fue hasta los 32 años que sus pláticas con una lavandera le enseñarían la verdadera situación por la que se enfrentaba la mayoría de la población.
Una de sus más grandes obras está basada en el Movimiento Estudiantil de 1968. Se trata de una crónica, que recopila los testimonios de personas que de alguna u otra manera estuvieron involucradas en el acontecimiento. Se titula “La Noche de Tlatelolco”.
“Son muchos. Vienen a pie, vienen riendo. Bajaron por Melchor Ocampo, la Reforma, Juárez. Cinco de Mayo, muchachos y muchachas estudiantes van del brazo en la manifestación con la misma alegría con que hace apenas unos días iban a la feria; jóvenes despreocupados que no saben que mañana, dentro de dos días, dentro de cuatro, estarán allí hinchándose bajo la lluvia, después de una feria en donde el tiro al blanco lo serán ellos”.
Carlos Monsiváis: Es economista, filósofo y hasta teólogo. Se le conoce por su postura de izquierda, por promover los derechos de las minorías y hacer críticas de todos los fenómenos que representaban una posición autoritaria.
Por otro lado, siempre fue un entusiasta del cine. Razón por la cual no se privaba de nada a la hora de criticar el estilo del séptimo arte nacional en sus múltiples crónicas y ensayos como “Rostros del Cine Mexicano”, “Cultura Popular Mexicana” y “Recetario del Cine Mexicano”.
“De acuerdo: la historia del cine mexicano ha sido, en buena medida, la acumulación de basura estética, el desperdicio y la voracidad económica, la defensa de los intereses más reaccionarios, la despolitización y el sexismo. Por lo mismo, el examen de esta cinematografía nos familiariza-de un modo u otro- con los procedimientos de la ideología dominante, que han moldeado la cultura popular y han ofrecido a la vez una interpretación del mundo y un catálogo de conductas ‘socialmente adecuadas’”.
Juan Villoro: El también periodista estudió Sociología en Iztapalapa. Tomó una vez un curso de cuentos impartido por el guatemalteco Augusto Monterroso. Es muy fanático del rock, porlo que ha escrito un par de temas para la banda Café Tacuba.
Pero sin duda, una de las características más conocidas de Villoro es su afición por el futbol. Sabemos que le va al Necaxa, pero en “Dios es redondo” habla sobre la pasión general por este deporte. La pertenencia a un equipo y la identidad que se va adquiriendo en él son los principales temas que el autor toca en su obra.
“El futbol le gusta a demasiada gente para no ser aprovechado de mil formas distintas. Estamos ante la forma más exitosa de vender zapatos y camisetas. Y esto no es nada en comparación con otros negocios. Aunque todo falle y vaya cada vez peor, al final siempre gana la televisión”.
Octavio Paz: Nació durante la Revolución Mexicana, sus estudios dieron comienzo en Estados Unidos y fue la poesía con que empezó a experimentar dentro de la literatura. Tras regresar a México, formó parte del movimiento intelectual y de izquierda por el que pasaba su círculo. Pero fue la antropología y la identidad mexicana lo que le llamó la atención para escribir uno de sus ensayos más conocidos.
“El laberinto de la soledad” trata los orígenes y las causas del comportamiento de los mexicanos, la forma en la que se enfrentan con el mundo, individual y colectivamente. En esta obra se comprenden los elementos psicológicos y morales de lo que somos.
“El mexicano, como todos los hombres, al servirse de las circunstancias las convierte en materia plástica y se funde a ellas. Al esculpirlas, se esculpe. Si no es posible identificar nuestro carácter con el de los grupos sometidos, tampoco lo es negar su parentesco”.
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