El Bazar de Lomas Verdes

Nostalgia Sateluca: El Bazar de Lomas Verdes

Casa es el lugar en el que creces, donde aprendes a jugar pelota, andar en bici y te confunde tu primo. Todo lo que yo viví en Satélite. Para mí, las torres son la señal de haber regresado a casa.

Ahí están magnificas y a lo lejos, Matías Goeritz y Luis Barragán crearon un ícono que para siempre estará tatuado en mi corazón.

Yo amo a Satélite, tiene rincones extraordinarios como las famosísimas Aguas de la Zona Azul donde todos los viernes en la tarde están los pequeños satelucos echando novio con todo y sus sueños por delante.

Entre los circuitos está la zona verde, con las canchas de futbol o las escuelas icónicas de como la Madox y el Kippling, donde iban las satelucas más guapas.

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Sin embargo, no hay un lugar que reúna todas las virtudes de ser sateluco como lo hace El Bazar de Lomas Verdes. En este colorido santuario puedes encontrar una diversidad extraordinaria de placeres, desde videojuegos de culto, hasta las famosas gomichelas, que por $55 pesitos te ponen una caguama aderezada con salsas, limón, chamoy y gomitas. Nada como pagar tus compras con un “¿Me detiene mi chela?” para aderezar el momento. Nada de “aquí no puede entrar con eso” te sostienen tu gomichela mientras entras a un probador improvisado con un alambre y una tela que cae sobre tus pies. Ustedes saben, el puro glamour sateluco.

Camino sobre los angostos pasillos del bazar para encontrarme con el área de sonido y rines, en donde observo una colección extraordinaria de finos coches tuneados que vienen por más ajustes a su equipo de sonido, esta fiesta no termina.

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En Satélite es una cosa seria lo de arreglar el coche para echar carrera, cuando yo iba en la prepa, íbamos a ver las carreras clandestinas que se llevaban a cabo en la Av. López Mateos, tal y como si estuviéramos viendo una película de acción, los domingos en la noche se arrancaban los motores y el piso se pintaba con luz neón.

Estas y otras costumbres del conocido por algunos como “Mirey Sateluco” han convertido a los oriundos de mi tierra, en íconos del consumo de Bacardí, las rolas de Luismi y el ya clásico “Papaloy” que se escucha todavía en los karaokes que cierran tarde.

Yo nos amo como somos, con nuestras torres, nuestro Café Tacvba y nuestro querido bazar.

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Me gusta pensar que el bazar representa un punto de reunión de muchas generaciones, el espíritu sateluco que no pide disculpas por ser quien es y tomar cerveza con dulces, los increíbles restaurantes que son económicos, exquisitos y nada pretenciosos como Gaby Lú, donde te vas a comer las mejores enchiladas de mole en kilómetros a la redonda.

Me gustan estos lugares que contienen la historia de una localidad, la evolución de sus habitantes y en cuyas paredes se guardan todas nuestras historias. Las historias de Ciudad Satélite.


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