Aristóteles creía que nuestro planeta estaba constituido por los cuatro elementos básicos (tierra, agua, fuego, aire) y que el Universo además de éstos, aguardaba un quinto (aether o éter), una sustancia elemental de peso ligero, incorruptible, perfecta y a la vez imperceptible, de la cual dependía el orden del universo para ser. El quinto elemento se hallaba en el mundo supralunar, que a diferencia del sublunar (donde se encuentran visibles los cuatro elementos), tenía un solo cambio: el circular, una forma perfecta de movimiento.
Esta metáfora excepcional de la cosmología aristotélica nos facilita abordar el término de Energía Oscura, propuesta de la física cuántica en la actualidad. Hasta hoy no se tiene una certeza sobre qué es pero se sabe que ocupa un 70% de la masa-energía total del Universo y es la responsable de acelerar o desacelerar la expansión del mismo. No debemos confundir la Energía Oscura con la Materia Oscura. Esta última, -que representa un 20% del universo-, intenta explicar el equilibrio entre distancia, masa y velocidad orbital de las galaxias, ya que a pesar de no ser calculable con las técnicas actuales se pueden notar sus efectos gravitacionales en la materia visible.
El ambicioso proyecto internacional Dark Energy Spectroscopic Instrument (DESI), pretende esclarecer este término, mapeando al rededor de 30 millones de galaxias con la ayuda de cinco mil fibras ópticas. En él participarán 150 científicos de Estados Unidos, Inglaterra, Francia, España y México y su objetivo principal será crear un mapa tridimensional del universo para así determinar la distribución de la de la energía y materia oscuras y dónde y cómo se empezaron a formar estructuras y galaxias. Se utilizará un telescopio con cuatro metros de diámetro, equipado con espectrógrafos para detectar dicha energía: el Mayall del Observatorio Nacional de Kitt Peak en Arizona.
El equipo de mexicanos inmiscuidos en el proyecto contará con investigadores de la UNAM de los institutos de Física, Ciencias Nucleares y de Astronomía, así como algunos más del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados del Politécnico. Se tiene previsto comenzarlo en 2019 y que el fruto de sus trabajos se tenga diez años después.
La Energía Oscura, contrario a la materia ordinaria no forma “grumos”; no hay planetas ni asteroides formados por energía oscura, y esto la hace más difícil de ser observada. La Energía Oscura no tiene grandes consecuencias dentro de nuestro sistema solar ni mucho menos en la Tierra, sin embargo, su efecto total genera la fuerza más intensa en el cosmos: genera espacio nuevo entre las estrellas, galaxias y cúmulos, alejándolos aceleradamente los unos de los otros.
Por otro lado, es plausible denotar que hoy, a diferencia de hace unos 70 años, el conocimiento de los astros en la Ciudad de México está adquiriendo relevancia en cuanto a estudios refiere. Si los seres humanos somos polvo de estrellas o bien, somos una estrella, podríamos decir entonces que somos parte del alma del universo; entenderlo, entender la energía oscura, resultaría útil para descubrir que tal vez ésta es el inicio de nuestra historia misma.
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