Abraham Cruzvillegas

El artista mexicano Abraham Cruzvillegas instala un lote baldío en la Tate Modern

Si consideramos que una ciudad, sus calles y superficies, bien pudiera representar una especie de lienzo vivo analogía más que pertinente-, entonces podríamos afirmar que un lote baldío es el epítome de esta esencia alterable, que se debate entre la receptividad y el caos.

Quizá por lo anterior es que el artista mexicano Abraham Cruzvillegas decidió instalar un terreno baldío en las entrañas de la Modern Tate de Londres indudablemente uno de los recintos clave del arte contemporáneo.

“Es un lugar donde la gente puede tirar basura, donde la gente puede ir a orinar, pero también donde algo puede crecer, donde algo puede suceder”, así describe Cruzvillegas, en entrevista para la BBC Cruz Villegas, su singular pieza que, de algún modo, recuerda al concepto del no-espacio de Mark Auge.

Curiosamente la virginidad de este espacio, originalmente neutral y por lo tanto bien dispuesto a recibir alteraciones azarosas o circunstanciales, está asociado con un sentido de esperanza. Titulada “Empty Lot” (Lote Baldío), la monumental pieza que cubre la Turbine Hall, sala principal de la Modern Tate, consiste en 240 macetas o camas triangulares de tierra, que juntos forman un gran entrelazado geométrico, también en forma de triángulo.

Abraham Cruzvillegas, 'AC: Blind Self Portrait: Glasgow-Cove Park' 2008

Si bien la instalación requiere de que se mantengan las condiciones propicias para que pudiese germinar algo, en ninguna de las macetas se depositó semilla alguna, como si la intención de que algo crezca pudiese reemplazar el origen y así, dando vida a algo nuevo, materializar la sola fuerza de la esperanza en algo vivo, palpable e inesperado.

Como suele ocurrir con las obras de Cruzvillegas, “Empty Lot” insinúa reflexiones que rayan entre el dilema ontológico, la crítica social y la actualidad urbana. Esta última condición, por cierto, exuda algunas de las particularidades de la Ciudad de México, como el crecimiento caótico, la sobreposición autónoma y un cierto dejo artesanal, orgánico, y de algún modo incontrolable.

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La pieza permanecerá seis meses en exhibición, hasta el 3 de abril del próximo año, y seguramente arrojará improbables sorpresas: condensaciones de fuerzas vitales pujando por manifestarse en el plano de lo material y regalarnos, encausadas por la propuesta de Cruzvillegas, interesantes lecciones. 


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