Ese Méjico Mágico del que se habla, el que se narra y el que escribe la gente, el territorio, las creencias y toda la parafernalia que por antonomasia recubren el mosaico de tradiciones nacionales. Es la formación rocosa de la identidad; y se sitúa un rincón profundo pero visible de las entrañas del orbe.
Los maniquíes del tiempo se muestran en los documentos visuales de improbable belleza que impresionaron a Malcom Lowry, a The Beatles, a Jim Morrison, a Paul Eluard, a Robert Gordon Wasson, a Marylin Monroe, a Bretón, a Oscar Lewis, a Buñuel, a Borges, y por supuesto al cineasta Sergei Einsestein, también de autor de ¡Que viva México!, quien dejara un legado de poesía mística que parece tener un contacto directo con el ancestral, con ello me refiero a la gente, al territorio, a las creencias y a toda la parafernalia que por antonomasia recubre el mosaico de tradiciones nacionales.
Las formaciones rocosas de la identidad se sitúan un rincón profundo pero visible de las entrañas del orbe. El inframundo identitario, el verdadero ombligo de México, por encima de las leyes de la temporalidad y más allá del raciocinio y el contrato directo que México guarda con la surrealidad y la visceralidad de la memoria.
(Meksikanskaya fantasiya, 1930) o Fantasía Mexicana es una acuarela en el tiempo que retrata el caleidoscópico paisaje que colorea una máscara de indolencia en la que muchos nacidos en la ciudad de México no habíamos reparadao. Mexican Fantasy es el lento descubrimiento de un poeta dotado de un músculo narrativo que provocó una enorme y considerable dimensión de intérpretaciones, presenta en lo oriundo una estampa de la vanguardia y de la nobleza inmediata de los protagonistas y los escenarios de México. Twitter del autor: @SamZarazua
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