Los límites que dividen la Vida de la Muerte están por mucho ensombrecidos y vagos. ¿Quién dice dónde comienza una y termina la otra? Edgar Allan Poe
Los panteones son sitios sagrados, entre la nostalgia, melancolía y el desasosiego, son un recuerdo de que se está de paso hacia otro lugar, y posiblemente, hacia otras formas de vida. Las creencias religiosas, la cultura sincretista y el miedo o respeto a la muerte que genera cierta fe.
Entre tumbas, naturaleza y lluvia, las siguientes imágenes de una serie de epitafios nos persuaden a creer en una condición constante: la vida frente a la muerte. La muerte como final a la vida que conocemos.
Más que una lectura sobre lo que pasó en esta ciudad, el santuario de los muertos también nos dibuja ciclos e historias que comenzaron antes de nuestra vida y que seguirán a pesar de nuestra muerte. Se dice que el ser humano se prepara toda una vida para vivir una vejez digna y por ende para recibir una muerte en paz. Como rezan los versos de Amado Nervo “¡Vida nada me debes!, vida estamos en paz”.
Cabe resaltar que aunque el panteón ampara en su jardín y entre sus muros las historias de aquellos que han dejado este plano de la realidad. Y que también en este lugar hay una gran cantidad de personas que trabajan día a día en el mantenimiento, la limpieza y los arreglos que se necesitan dentro del cementerio. Hay algunos incluso que pasan la mayor parte de su día entre epitafios y tumbas. Uno de los hombres que ahí se encontraba trabajando y haciendo unos arreglos, tenía sus herramientas y material reguardados en un espacio que parecía también una tumba. Un hombre concentrado en pelar un par de cables mientras escuchaba…
“Oye traicionera aunque yo me muera
donde yo me encuentre rogare por tu alma
Oye traicionera aunque yo me muera
donde yo me encuentre rogare por tu alma”
¿Es acaso la muerte de un ser humano una especie de “traición inconsciente” hacia el otro? Y más bien, todos los espacios de esta tierra llevan entrelazadas las historias de vivos y muertos.
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