La contracultura en México: La historia y el significado de los rebeldes sin causa, los jipitecas, los punks y las bandas.
Hipsters, roqueros, metaleros, punks, darketos, cholos, existencialistas, rebeldes sin causa, beatniks, alucinógenos, hippies, jipitecas, otakus, santeros, chicos banda. Son sólo algunas ideas de la contracultura que se manifiesta en la CDMX, como una insólita insatisfacción ante el orden preestablecido.
De acuerdo con José Agustín, autor de La contracultura en México: La historia y el significado de los rebeldes sin causa, los jipitecas, los punks y las bandas, la contracultura en México se remonta a la década de los 70, cuando se desvela, apasionadamente, una perspectiva crítica en relación a la música, literatura, teatro, cine, televisión, publicaciones, dibujos, caricaturas, diseños, carteles, espectáculos, películas, etcétera.
En todas sociedades, la cultura es algo intrínseco que se vive, y que al vivirlo se transforma y transforma al individuo mismo. Por lo que se requiere de un ojo objetivo, ordenado y reflexivo para reconocer las diferentes expresiones de una cultura –es decir, de la contracultura–. En México, no obstante, la amplitud del tema no alcanza para las lógicas teóricas ni fenomenológicas, creando un vacío que intenta cubrirse con la rabia, impotencia y frustración que la negligencia o la injusticia generan en la esencia de una persona.
Si bien las manifestaciones contracultura en la CDMX se expanden a lo largo de sus 1495 km² y sus 8 851 080 de habitantes, son terrenos inexplorados que sólo sus miembros reconocen, interpretan y experimentan. Basta con asomarse discretamente en la zona del Chopo para empaparse de la minoría de los darketos, góticos y punks; recorrer las inigualables calles de la Zona Rosa para reconocer los sitios de la comunidad LGBTTTI; dejarse llevar por la curiosa mezcla entre el exceso de naïveté y seducción de los otakus en la Plaza de la Computación en la zona centro; acercarse cada 28 de mes a la iglesia de San Judas Tadeo para conocer las costumbres religiosas de este antiguo establecimiento; reconocer a los hippies-fresas en la plaza principal de Coyoacán, etcétera.
Recorrer la ciudad con ojo de investigador, sin juicios ni asunciones, pone a nuestra disposición los recursos necesarios para aprehender la totalidad de la CDMX, su esencia y psique colectiva. Se trata de una empresa, vasta e incompleta, que invita a reconocer las causas y efectos que la sensación de vacío e insuficiencia ha afectado a la sociedad mexicana.
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