Para sorpresa de los que consideran la Ciudad de México como una metrópoli meramente católica, existen suficientes deidades, santos y “espíritus” que han sido venerados por sus habitantes durante décadas. Lo que nos lleva a pensar que no es el medio sino el fin del que esta ciudad se ha servido para creer en lo que sea que pueda fungir como intermediario entre una persona y algún ser óntico todo poderoso. Tanto si se es creyente, como si no, estas célebres deidades han ocupado un lugar especial en el inconsciente colectivo del capitalino, haciendo todavía más trascendental el fenómeno de la cultura mística en México.
Tlaloc
Probablemente gracias a la modernidad, la evocación de deidades prehispánicas en la capital ha disminuido al peligroso grado de su extinción. Sin embargo, aún en dichos populares hemos de hacer presente a Tlaloc, la deidad del agua, especialmente de la lluvia, cuando acudimos a frases como: “Ahí viene Tlaloc”, o cuando escasea el agua y nos permitimos a recordar la danza de Tlaloc para que llueva.
La Virgen de Guadalupe (Tonantzin)
Es quizás, la deidad más aclamada desde tiempos milenarios y aún en nuestra época. Anteriormente se conocía como Tonantzin, pero al paso de la conquista su imagen y nombre fue trasmutando hasta llamarse Virgen de Guadalupe o Nuestra Señora de Guadalupe. Para aclarar más el tema conviene echarle un vistazo al prodigioso cuento de Eduardo del Rio (a.k.a. Ruiz), El mito de la Virgen de Guadalupe.
San Judas Tadeo
Comparada con otras, la devoción hacía este Santo es relativamente reciente. El fervor con el que se ha mostrado culto a San Judas los días 28 de cada mes, se debe a que éste es un santo especializado en misiones imposibles de cualquier índole.
La Santa Muerte
El culto a la muerte es una práctica de origen prehispánico que resurgió a finales del siglo XX, consiguiendo rápidamente más de 5 millones de seguidores en México. Se sabe que fue en el corazón del barrio de Tepito donde se montó el primer altar a la Santa Muerte a finales de 2001. En ese mismo barrio se erigió la primera Iglesia oficial de la Santa Muerte.
El Divino Niño Jesus
La adoración al Divino Niño se remota al año 2001, cuando los fieles, apoyados por el P. José Ascensión Quintana Bautista, comenzaron a difundirla con notable fervor. Y aunque esta devoción es de origen colombiano, adquirió rápidamente seguidores mexicanos que hoy cuidan pasionalmente de la imagen de esta deidad.
Nuestro señor de la humildad
Es elogiado en una de las siete ermitas construidas por Hernán Cortés durante la época de la conquista, en la calle manzanares del Centro. Se dice que este santuario es el lugar donde sexoservidoras y ladrones vienen a rezarle a su santo. La leyenda cuenta también que vienen aquí los amantes de lo ajeno, cuando le piden a Jesucristo –que está retratado o, más bien, esculpido con un rictus de apacibilidad y dulzura, en una actitud de serenidad y humildad rayana en la abnegación–, liberar sus pecados y liberarse también de la “justicia”.
Buda
Contrariamente al señor de la humildad, a Buda le ha seguido un puñado de adeptos mexicanos que buscan curar su alma encontrándose con su yo interior y construir un entorno armonioso entre alma, cuerpo espíritu a través de la meditación. Y aunque es el único de esta lista que es totalmente ajeno a la cultura mexicana, hoy se pueden ver numerosos seguidores en templos 0 stupas cercanas a la ciudad.
Cuauhtémoc
Cuauhtémoc fue el último tlatoani mexica, y hoy, se dice, un “hermanito” que viene a curar a la tierra los males de las personas que acuden a visitarlo. Algunas de las doctrinas (no religiones) que profesan la “comunicación de espíritu a espíritu” como antiguamente se hacía en Tenochtitlán, creen fielmente en espíritus de luz ancestrales, los cuales tienen dones sanadores. Y gracias al destacado psicólogo Jacobo Grinberg y su libro Pachita, Cuauhtémoc es uno de los espíritus más famosos.
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