5 escritores que han retratado irónicamente las peculiaridades de nuestra ciudad

Desde la antigüedad, la sátira ha sido uno de los mejores géneros creativos para mostrar aquello que por distintas razones preferimos eludir. Social, psicológica o subjetivamente, a veces pasa que hay cualidades o fenómenos que preferimos ignorar o disimular, pero que de cualquier forma están ahí, a la vista de todos, como la desnudez del emperador en la famosa fábula de Hans Christian Andersen. En Las ranas, Aristófanes se burló del deplorable estado de las tragedias de su época; Jonathan Swift escribió un discurso agudamente cruel a propósito de la pobreza de su país (“Una modesta proposición”). Y sabemos bien que, originalmente, el Quijote era un enorme monumento satírico contra los libros de caballería.

En la ciudad de México, ya desde sus primeros años como tal, la sátira ha sido una compañera habitual de nuestra cotidianidad. Los diálogos que consignó José Joaquín Fernández de Lizardi en sus folletos, con el habla tomada de personajes de muy distinta extracción social, son una prueba palpable de ello. La virtud de los escritos del “Periquillo Sarniento” fue justo esa, que extrajo las cualidades de la ciudad de la voz y la experiencia misma de sus habitantes, procedimiento que después ha sido utilizado por otros artistas y que, por otro lado, da un valor histórico invaluable a su trabajo.

 

Jorge Ibargüengoitia

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Sin duda uno de los satiristas más importantes de la literatura mexicana, quien si bien es cierto escribió sobre varios aspectos de nuestra cultura y nacionalidad, también dedicó varios de sus legendarios artículos en Excélsior a señalar los claroscuros de nuestra urbe. Estos se encuentran compilados en los tomos Viajes en la América Ignota, Autopsias rápidas, Instrucciones para vivir en México, La casa de usted y otros viajes y Sálvese quien pueda.

De “El Arauca vibrador. Psicoanálisis del que abusa del claxon” (Instrucciones para vivir en México)

Pero a pesar de lo insondable que muchas veces puede parecer la intención del que toca un claxon, el hombre que vive en la ciudad y se acostumbra a escuchar claxons llega a discernir, a través de los sonidos que éstos emiten, no sólo “el mensaje”, sino el estado de ánimo, el carácter, el sexo y la posición social del ejecutante. Ah, y sobre todo, su capacidad mental.

 

Guillermo Sheridan

Guillermo Sheridan

La trayectoria de Guillermo Sheridan es esencialmente académica, pero por su cercanía con el equipo editorial de las revista Vuelta y Letras Libres también tiene cierta actividad literaria. En el caso de la crónica y artículos sobre la vida en la ciudad, en ambas publicaciones pueden encontrarse artículos al respecto, algunos de los cuales figuran también en compilaciones como Allá en el campus grande, El encarguito y Viaje al centro de mi tierra, entre otras.

De “Matacicletas”:

¿Le irritan los motociclistas que se arrogan el derecho de cruzar las calles a altas horas de la noche, haciendo sus infernales rugidos, sembrando el pánico y agraviando el sueño de usted y los suyos?

 

Carlos Monsiváis

Captura de pantalla 2016-02-12 a las 13.03.42Un imprescindible de esta lista porque, en buena medida, se trata de un imprescindible de la capital. “Un hombre llamado ciudad”, según el epíteto que le dedicó el ensayista Adolfo Castañón. Las crónicas relacionadas con la vida en la metrópoli se pueden encontrar en libros como Los rituales del caos o A ustedes les consta.

De Los rituales del caos

[…] en el Metro se escenifica el sentido de la ciudad, con su menú de rasgos característicos: humor callado o estruendoso, fastidio docilizado […] tolerancia un tanto a fuerzas, contigüidad extrema que amortigua los pensamientos libidinosos, energía que cada quien necesita para retenerse ante la marejada, destreza para adelgazar súbitamente y recuperar luego el peso y la forma habituales.

 

Juan Bustillo Oro y Gilberto Martínez Solares

Gilberto Marti?nez Solares

Aunque podría decirse que no se trata propiamente de escritores, sino más bien de cineastas, en esta ocasión incluimos a Juan Bustillo Oro y Gilberto Martínez Solares porque ambos tienen en común ser los artífices de dos de los cómicos más emblemáticos del cine mexicano, Cantinflas y Tin Tan, respectivamente, los dos además en manifestaciones francamente urbanas de sus personajes: Bustillo Oro en el Cantinflas de Ahí está el detalle (1940), el “peladito” de los bajos fondos capitalinos, y, por otro lado, Martínez Solares con El rey del barrio (1950), en donde ese anti-héroe citadino encarnado por Tin Tan es todavía un pícaro a la manera de Cantinflas pero también otra cosa, uno de esos habitantes fascinados por la modernización de la ciudad que llegó junto “el milagro mexicano”. En ambos casos, los directores tuvieron el acierto de dar carta libre a los actores para llevar a la cinta buena parte del habla popular de la época, con lo cual los diálogos adquirieron un valor literario notable.

 

 

*Bonus

Abel Quezada

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La tradición del cartón político en la prensa mexicana ha contado con representantes notables en casi todas las épocas de nuestra historia. Entre estos, Abel Quezada construyó una obra al hilo de los días y los acontecimientos, casi siempre retratando a los personajes y situaciones de las cúpulas del poder mexicano, pero también, por momento, esos estratos sociales que de algún modo son la conexión entre las altas esferas y el resto de la población.


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