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La bicicleta y la Ciudad de México en el siglo XIX

La bicicleta en la Ciudad de México y como medio de transporte, ha sido parte de nuestra cultura colectiva desde hace dos siglos.

 

En la actualidad existen unos 800 millones de bicicletas alrededor del mundo, la mayor parte de ellas en China; y se fabrican aproximadamente otros 100 millones anualmente. Su paternidad se atribuye al barón Karl Drais, un inventor alemán que creó este artefacto alrededor de 1817. Pero ¿sabías cómo llegó este aparato a nuestro país?

Las primeras bicicletas llegaron a México desde Boston en 1869, pero la inquietud política posterior a la muerte de Maximiliano, más el tipo de ruedas tan difíciles de manejar, llamadas “boneshaker” o “sacudehuesos”, aplacó el entusiasmo que desapareció en pocos meses.

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Más adelante, en 1880, llegó otro cargamento. Esta vez eran las bicicletas llamadas de tipo “ordinario”, cuya rueda anterior era muy grande.

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Estas nuevas bicicletas provocaron mucho entusiasmo hasta que fueron desbancadas una década después por las nuevas bicicletas a las que se les llamaba “seguras”.

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Al comenzar el decenio de 1890 estos nuevos modelos llegaron a México; la novedad era que tenían ambas ruedas de la misma dimensión y llenas de aire. Se les llamaba seguras porque a diferencia de las “ordinarias”, donde los ciclistas a menudo caían de cabeza, las “seguras” disminuyeron mucho el número de accidentes. A partir de estos nuevos modelos se desató un boom en su uso y empezaron a brotar clubes de ciclismo por todo el país.

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Se formó el Cycling Union Club y los ciclistas mexicanos ingresaron a él. Este mismo club se encargó de financiar y construir el velódromo de La Piedad, y todo lo que conllevaba una asociación, reglamentar su uso, organizar carreras, cronometrar el tiempo de las vueltas y excursiones, haciendo recorridos a pueblos aledaños, como Cuernavaca y Amecameca. Tenían sus propios archivos, llevaban registro de las ocasiones en que una mujer cubría alguna distancia importante, del que cubría la milla en menos tiempo y de otras pruebas. Es importante resaltar este punto de la mujer, porque para ese entonces las mujeres apenas comenzaban a participar en algunos deportes y uno de los que se volvió más popular fue el ciclismo.

Hasta se inventaron unos pantalones bombachos, que horrorizaron a mucha gente conservadora de la sociedad, para que pudieran salir a rodar. Algunas feministas afirman que en esa época la bicicleta había hecho más para emancipar a las mujeres que cualquier otra cosa.

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Los ciclistas mexicanos se volvieron populares, no sólo se ocuparon de la velocidad que sus aparatos desarrollaban, sino de la mecánica, de los nuevos modelos, de las marcas diferentes y de las demostraciones que permitían las carreras.

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Los clubes del país mantenían correspondencia y conseguían información sobre el tema que les interesaba de Estados Unidos, Inglaterra y el resto de Europa. Y como en esos países, los ciclistas mexicanos se preocuparon por el mejoramiento de las carreteras y el reconocimiento por parte de las autoridades de este nuevo medio de transporte.

Los constantes robos, accidentes, choques con peatones y vehículos, así como los conflictos por el derecho de usar la calle obligaron al entonces gobernador de la ciudad, Pedro Rincón Gallardo, a tomar en cuenta a las bicicletas, para las que se promulgaron una serie de reglamentos. Se les permitió el tránsito por todas las calles con la condición de que los conductores llevaran una campana o bocina a todas horas y una linterna por las noches; no podían ir por las aceras,  ni a mucha velocidad, ni en grupos de más de tres.

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El gobernador advirtió que no se les permitiría el paso por las calles principales, y concluyó con una orden a la policía para que protegiera a los ciclistas y arrestara a quienes los asaltaban, silbaban, insultaban o molestaban. Tengamos en cuenta que este medio de transporte era accesible sólo para unos cuantos, y despertó al principio mucho desprecio por los sectores bajos de la sociedad.

Para 1896 se calcula que habían apenas 800 bicicletas rodando por la Ciudad de México.

Al principio las bicicletas eran un objeto de lujo, muy caro, sólo accesible para pocas personas como mencioné anteriormente, pero con el paso de los años y el aumento de la producción, comenzó a democratizarse su uso. Pero no fue hasta la década de los cincuentas del siglo XX donde se popularizó en mayor medida, cuando se inició la producción nacional. Esto fue impulsado principalmente con la llegada de la familia Benotto a México en 1952.

En esta época se empezaron a fundar muchas más empresas, casi todas familiares, no sólo en la Ciudad de México, si no también en los diferentes estados de la República. Se consolidaron productores de grandes volúmenes de bicicletas con lo que México llegó a ser exportador.

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Actualmente se producen en México un millón y medio de bicicletas al año y son usadas por todo tipo de personas, incluyendo como medio de transporte en varios servicios públicos, como policías, carteros, plomero, electricista.


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