Otra exitosa edición de Bahidorá se llevó a cabo en el paradisíaco balneario de Las Estacas.
En México se organizan decenas de festivales de música al año, y debo decir, que desde hace unos cuatro años me he dedicado a atender a todos los posibles. Desde los más independientes hasta los más comerciales, he tratado de asistir a cualquier festival que con un buen concepto se lleve a cabo en la Ciudad de México.
Sin embargo, este pasado fin de semana fui a uno totalmente diferente que se ha logrado consolidar en mi lista como el número uno. Lo interesante de Bahidorá es que no se trata de un festival cualquiera, aquí funcionan bajo la noción de un carnaval y con el objetivo de brindarle a los asistentes una verdadera e inolvidable experiencia.
Lo primero que cautiva de Bahidorá es su sede, un gigantesco y hermoso balneario natural muy cerca de Cuernavaca que se llama Las Estacas. Miles de personas ingresan a este parque desde la tarde del viernes con tiendas de campañas y sleeping bags en sus manos con la intención de pasar un relajado pero divertido fin de semana al lado de sus mejores amigos.
Algo que llamó mi atención es que en Bahidorá la música no es la prioridad del público. Y no lo digo como si fuera algo malo, todo lo contrario, me pareció interesante y hasta inteligente que el carnaval estuviera lleno de actividades originales por hacer.
Mientras caminaba por el lugar descubría nuevos rincones repletos de gente queriendo realizar una actividad. Unos nadaban en el transparente río, otros tomaban el sol, los demás jugaban con pelotas gigantes en la alberca de Tequila Azul. Había unos aventureros que optaban por viajar en las balsas o aventarse al agua de altos lugares. También estaban los que se iban a leer las manos, los que practicaban yoga, los que se pintaban el cuerpo de colores o los que aprendían a cruzar la cuerda floja en la estación de American Eagle.
Hay pocos que deciden ir a escuchar la música bajo el rayo del sol. Pero sí hubo algunos que fueron a escuchar las melancólicas canciones de Destroyer y otros que bailaron al son del Sonido Gallo Negro.
Me percaté de que hasta que el sol comenzó a meterse fue cuando la sed musical brotó de todos los jóvenes. Cientos y cientos de hombres y mujeres en traje de baño se fueron moviendo hacia el escenario principal para ver a los mejores actos del carnaval.
El grupo de soul, The Internet, fue sin duda uno de los más divertidos de Bahidorá, al igual que el flamante disco de Escort que dio inicio a la verdadera fiesta del carnaval: la nocturna.
Muchos festivales tienen una duración de dos o más días, pero si algo hace único a este es que aquí la música nunca se apaga, literalmente. En cuanto acaba una banda o un DJ de tocar, comienza otro, y así hasta el siguiente día.
En Bahidorá la fiesta nunca acaba, y cuando digo fiesta me refiero a todo el movimiento que está sucediendo alrededor de toda Las Estacas. Sin duda el Carnaval de Bahidorá podría competir con otros festivales de su carácter de otros países del mundo. Y seguro continuará con otras exitosas ediciones cada año, hasta convertirse en uno de los eventos multidisciplinarios los importantes y populares de México.
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