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La Castañeda: Donde aún navega la demencia

Descubre el pasado demente que tuvo La Castañeda.

 

Crecí en el norte de la Ciudad de México, cerca del Cerro del Chiquihuite. A doscientos metros de mi casa pasaban las vías del tren. El traqueteo de los trenes de carga fueron un fragmento inolvidable del soundtrack de mi adolescencia. Del otro extremo de la calle, a más o menos los mismos doscientos metros, estaban los restos de un acueducto del siglo XVI y a su lado casi inamovibles, las aguas negras del Río de los Remedios. Mi papá nos contaba a mis hermanos y a mí que de niño iban de paseo a nadar en ese río que en otro tiempo llevaba aguas transparentes.

 Desde ese rincón del norte movernos hacia al sur de la ciudad era prácticamente una aventura. Al tomar el Periférico desde la Manzana de Roma hasta la Unidad Independencia dónde visitábamos a una tía, una hermana de mi mamá, el recorrido era lento y gris. Sin embargo, recuerdo que mi curiosidad se animaba al pasar el Viaducto y ver desde el asiento de atrás del coche, la iglesia de piedra que es ahora el Museo de Cartografía. No entendía cómo eso había quedado atrapado ahí, a mitad de una vía como Periférico. Entonces todo me parecía más interesante. Frente a las Torres de Mixcoac, pensaba en cómo era posible un conjunto de edificios así, tan altos y ordenados con sus ladrillos rojos y amarillos. Muchos años después terminé viviendo ahí, como suele suceder, por casualidad.

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 La primera vez que estuve en las Torres fue visitando a Hugo Gola, un poeta argentino exiliado en México  que luego de ser mi maestro en la universidad, pasó a ser uno de mis mejores amigos. Con Hugo me formé y lo que soy se lo debo a él en gran medida. Con él salíamos a caminar y a veces cruzábamos el Periférico desde las Torres de Mixcoac hasta Avenida Revolución. Esa zona tiene aún los trazos de lo que en otro tiempo era un pueblo. Son calles pequeñas y callejones que responden más a un uso peatonal que vehicular. Veíamos los álamos hoja blanca que abundan por ahí con deleite y confieso que hasta muy tarde empecé a fijarme en el nombre de las calles. De pronto una de ellas, frente a las Torres, era La Castañeda. Ese nombre resonó en mí de modo especial y de pronto me di cuenta que justo sobre las Torres había estado el famoso manicomio de La Castañeda.

Antes del hospital de psiquiatría y de las Torres, estuvo en ese lugar una hacienda dedicada al pulque llamada igualmente La Castañeda. El terreno era extenso y abarcaba lo que es hoy también los multifamiliares de Lomas de Plateros, la Unidad Familiar Plateros, proyectada por el destacado arquitecto Mario Pani. La hacienda pertenecía a Torres Adalid, quien fuera reconocido al darle su nombre a una de las calles de la actual Colonia del Valle. La hacienda pulquería tenía una buena área de recreación que era visitada los fines de semana para asistir a bailes y fiestas pagando 25 centavos.

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 Torres Adalid era amigo de Porfirio Díaz, quien visitaba la hacienda en paseos dominicales y algunas veces inaugurando proyectos distintos dentro de la hacienda. Pero en algún momento con la idea de crear un hospital psiquiátrico, Porfirio Díaz solicita a su amigo esos apacibles terrenos. Con la asesoría de Eduardo Liceaga, precursor de la psiquiatría en nuestro país, construye el hospital y organiza las actividades. El manicomio recibió a lo largo de su existencia sesenta mil pacientes. Inició sus actividades en 1910 y fue demolido en 1968 cuando se erigieron las Torres de Mixcoac.

 El manicomio de la Castañeda nunca tuvo buena fama. Era un lugar de brutales experimentaciones (existen distintos archivos fotográficos que muestran parte de todo eso) y aunque cumplió también con la función de  ser un centro de enseñanza médica al participar en clínicas dentro de sus distintos pabellones, resultó ser una pesadilla. Antes de su demolición, la fachada del edificio principal, basada en el manicomio Charenton de Francia, fue llevada piedra por piedra a Amecameca en donde se levantó nuevamente en una propiedad de Los Legionarios de Cristo.

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Los 21 edificios de La Castañeda hoy son una sucursal de Walmart, un centro deportivo, escuelas de nivel básico, la Escuela Nacional Preparatoria número 8 y las unidades de Plateros y las Torres de Mixcoac, proyecto de Abraham Zabludovsky y Teodoro González de León, quienes solicitaron para las plazas las esculturas de Mathias Goeritz y Jorge Du Bon y donde Hugo Gola escribiera en Filtraciones, uno de sus libros, un poema en donde ajustadamente dice: “sobre las hebras / del sol // de este lado / sobre las torres  / de ahora / navega la demencia”. Todo esto aún, en nuestra ciudad.

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