Museo Nacional de la Cartografía. Un edificio silencioso e imponente.

El Museo Nacional de Cartografía se encuentra en lo que fue el templo de San José del Ex-Convento de San Diego.

 

De Francisco de Asis, quien diera gracias al “hermano sol” que nos alumbra, se desprendió la orden de los franciscanos que del siglo XIII al XVI llegaron a España y de ahí a la Nueva España. Los franciscanos que alcanzaron Tacubaya eran de la línea de los descalzos. Se hicieron llamar dieguinos. A la ciudad de México arribaron en 1580 y construyeron un local que nombraron “Visita franciscana”.


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Algunos años después, en 1686, inauguraron el convento de San José en Tacubaya,  en el mundo prehispánico Atlacuihuayan, que significa según Antonio Peñafiel “Lugar donde se toma el agua”. En el siglo XVIII los dieguinos entregaron a los dominicos las instalaciones donde vivieron durante años armoniosamente rodeados de un huerto, una biblioteca, un templo, por supuesto, además de un claustro sembrado de paz.

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Durante el siglo XIX el edificio sufrió las revueltas de conservadores y liberales sirviendo para distintos fines. A finales del siglo XIX la iglesia recuperó el templo y se abrió nuevamente al culto religioso hasta 1918 en que fue cerrado definitivamente. En el siglo XX el ex-convento de San José se donó a la Secretaría de Defensa Nacional quien se encargó de su remodelación para convertirlo en el actual Museo Nacional de la Cartografía.   

El museo se encuentra hoy sorprendentemente clavado entre los carriles centrales y laterales del Anillo Periférico en dirección de sur a norte. Si uno circula actualmente por ahí, el templo parece una imagen desconcertante. Hay puentes peatonales, infinidad de coche rodeándolo, hay también un segundo piso que le quita visibilidad a su bella cúpula. Ignoro de quien sea la remodelación, pero es un hecho que se logró destacar lo mejor de una arquitectura del pasado español religioso que dista mucho del barroco.


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El viejo templo tiene en su atrio una hilera de gloriosas palmeras y bancas afrancesadas de hierro bien pintadas. Su fachada es austera y dentro del edificio es posible apreciar detalles que destacan una sencillez infrecuente en las iglesias del siglo XVI en México. Si vemos de frente el edificio, el muro derecho tiene admirables patrones dibujados de pequeñas piedras negras que se destacan dentro del color dominante de piedras grises más grandes. Hay puertas de madera con trazos elegantes, y la cúpula desde afuera y desde adentro se percibe sólida y bien diseñada por la suficiente luz que la atraviesa. La nave tiene una capilla que se abre hacia el poniente, y que hoy, resguarda instrumentos de medición de distintas épocas que bien podrían ser de algún excéntrico científico.

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El museo es sencillo pero abarca un arco amplio histórico de nuestro país. Al inicio pueden verse reproducciones de códigos prehispánicos. Los tlacuilos eran las personas encargadas de trazar estos mapas. Con la llegada de los españoles, este oficio sumado a los conocimientos de la cartografía europea del momento, se continuó y se institucionalizó principalmente en el Colegio de Santiago de Tlatelolco, donde se desarrolló, por ejemplo, el famoso Mapa Uppsala, una de las primeras cartografías de México-Tenochtitlán.

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Se reconoce también el trabajo de Antonio García Cubas, el “Cartógrafo de la Nación” y quien estableciera durante el siglo XIX los límites con Estados Unidos y Guatemala entre muchas otras cosas. El Museo Nacional de la Cartografía resguarda brújulas, y aparatos de medición, mapas de los estados de la República y de la Ciudad de México de distintos momentos. Es un edificio imponente que se levanta silencioso y elegante en Tacubaya, circundado por el imparable crecimiento de nuestra ciudad. 

 

Dirección: Avenida Observatorio 94, Miguel Hidalgo, Tacubaya,


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