La historia de la diosa mexica lunar, Coyolxauhqui, es hermosa.
. . .
En el siglo XV, el Templo Mayor dedicado a Tláloc, dios del agua, y a Huitzilopochtli, sufrió un estrepitoso desmoronamiento. Se rompió la hermosa piedra labrada, dejando a la vista una pirámide que quedó enterrada abajo del centro ceremonial.
Y entre tanta confusión, el tlatoani, jefe de los aztecas, pidió a los sabios y chamanes que le explicaran lo sucedido. Pese a comprender que era un sismo el que derribaba las estructuras más importantes de la zona, buscaba descubrir si se trataba de un defecto de construcción o una muestra de enojo de los dioses. Por un lado, los sacerdotes de Tláloc le hicieron saber que la esquina de la pirámide se había derrumbado porque los soportes no habían resistido el movimiento sísmico; por otro lado, los sacerdotes de Huitzilopochtli dieron la versión de que el derrumbe fue un claro signo de la ira del dios de la guerra: debían conquistar pueblos vecinos como lo venían haciendo, y así utilizar a los prisioneros para reconstruir el templo.
Fue así que los aztecas se prepararon para la guerra. Invadieron pueblos, tomaron hombres presos, se volvieron los más poderosos de la zona. Como homenaje a esta odisea, el tlaotani decidió construir una pirámide más grande encima de la dañada, con imágenes que describieran sus batallas y hazañas. La nueva pirámide representaba a una mujer desmembrada, a la diosa de la Luna, a Coyolxauhqui, quien no sólo homenajeaba al pueblo vencedor, también a los vencidos.
Se dice que Coyolxauhqui fue descuartizada por su hermano Huitzilopochtli, cuando ésta intentó asesinar a su madre Coatlicue, diosa de la Tierra, al estar embarazada por la pluma de un colibrí. Sin embargo, en el momento de intentarlo, nació su hermano, “hijo de colibrí” y dios de la guerra, vestido con armas; y con una serpiente hecha de teas, decapitó a la diosa de la luna. La cabeza quedó en la ladera de la montaña; y el cuerpo, rodó cuesta abajo fragmentándose.
Una de ellas dice que, cuando Coyolxauhqui supo que su madre Coatlicue, diosa de la tierra, iba a dar a luz, se sintió muy indignada. Sabía que su nuevo hermano había sido engendrado por la pluma de un colibrí y celosa por ello quiso matar a su madre. En el momento de intentarlo, nació su hermano. Como todos los dioses, vino al mundo vestido y con armas y fue llamado Huitzilopochtli, o sea “hijo de colibrí“. Una serpiente hecha de teas que obedecía los mandatos del recién nacido, decapitó a la diosa de la luna. La cabeza quedó en la ladera de la montaña y el cuerpo rodó cuesta abajo, fragmentándose.
Hay quienes interpretan esta leyenda como el momento final de una lucha entre dos grupos mexicas, en donde el bando derrotado representa a Coyolxauhqui, la luna, y los guerreros que huyeron, a las estrellas. Otros aseguran que Coyolxauhqui representaban a las mujeres que fueron desplazadas por los hombres, este poder femenino que quedó desarticulado así como sus diosas.
Con la llegada de los conquistadores en 1521, se destruyó el Templo Mayor, usando sus piedras para construir la catedral de la Ciudad de México. Se derribó también otras pirámides como las del dios del viento, del sol y de la luna, terminando así con cientos de años de equilibrio sobre el universo mexica.
Hallazgo de la piedra de Coyolxauhqui en el Templo Mayor, 1978.
Fuentes: Biblioteca Ilce
Leave a Reply