El pasado 13 de abril, el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) anunció que, en una excavación frente a la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México, se halló una lápida y posible tumba de la autoridad eclesiástica de hace cinco siglos: Miguel de Palomares.
Se trata de una lápida funeraria de la primera mitad del siglo XVI, la cual podría ser la tumba de este canónigo español que fue integrante del primer cabildo eclesiástico de la Catedral. El informe del INAH añade que “[l]os miembros del cabildo”, cuya figura fue constituida jurídicamente en el siglo XII, “eran nombrados por el rey” y “compartían con el obispo las obligaciones concernientes al culto religioso” y “administrativas de la catedral”.
La lápida se encontró a mediados de febrero pasado en una excavación de 1.25 metros de profundidad, a pocos metros del acceso a la catedral. Mide 1.87 metros de largo, 90 centímetros de ancho y 30 centímetros de espesor. Es una lápida tallada en piedra de toba volcánica de tono verde –conocida mejor como chiluca– con un epitafio, en castellano antiguo, “en sus márgenes alusivo al clérigo”. En él se delinea un escudo con tres flores de lis, símbolo vinculado con la orden dominica.
En palabras de Raúl Barrera, director del Programa de Arqueología Urbana –PAU–: “Creo que es un hallazgo de gran relevancia de nuestro pasado, de la nueva conformación de nuestra sociedad mexicana”. Se trata de información que puede dar destellos sobre la evangelización en las primeras décadas de la conquista. Hasta ahora, la investigación señaló que Palomares fue “un personaje muy importante que llegó a la Ciudad de México en 1532; es muy probable que aquí se encuentren sus restos […] Seguramente tuvo contacto con los conquistadores, con Hernán Cortés. Y junto con Fray Juan de Zumárraga fue parte importante en la evangelización en la etapa inmediata a la conquista de Tenochtitlán y la formación de la Ciudad de México.”
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