Las raíces del barrio de San Juan Letrán son profundamente significativas para la cultura que se vive en la ciudad, ya que este viejo barrio es considerado como el epicentro donde nació la autentica literatura mexicana. Aquí se arrojaron las primeras muestras de educación institucional en la materia, por medio del Colegio de San Juan de Letrán para Mestizos que al paso del tiempo mutaría para crear el célebre Colegio de Letrán en 1836.
Guillermo Prieto en su libro Memorias de mis Tiempos relata el nacimiento y desarrollo de La Academia de Letrán donde describe que la principal función de esta institución fue “mexicanizar la literatura”, de modo que se liberara de cualquier nexo con otros estilos, especialmente del castellano.
Un grupo de literatos entre los que se encontraban los hermanos Juan y José María Lacunza, Guillermo Prieto y Manuel Tonat Ferrer crearon un grupo selecto de tertulias donde se dedicaban a revisar sus textos, mismo que se llevaba a acabo en las instalaciones del colegio donde estudiaban, de ahí que el nombre de esta escuela lo denominaran como la Academia de Letrán. La academia, era exclusivamente para fabricar literatura con una visión permeada de nacionalismo, donde se cultivaría la poesía, la narración, el periodismo cultural y la dramaturgia a partir de temas nacionales, que se acentuaban con estilos románticos y neoclásicos.
De inmediato la Academia que aún no contaba con un reglamento conciso (sin embargo “se dictó como ley fundamental, no escrita, que el que aspirase a socio presentara una composición en prosa o verso y que hecha la aprobación de la candidatura fuera lo bastante para la admisión”, según Prieto), llegó a reunir a todos los que tuvieran intención de cultivar las letras sin distinción de edad, posición social o ideas políticas. Pronto su academia habría de atraer a mentes como Fernando Calderón, Ignacio Ramírez, Manuel Payno, Manuel Orozco y Berra, José Joaquín Pesado y hasta el célebre insurgente Andrés Quintana Roo.
Cabe destacar que el aporte histórico más grande de aquella institución fue precisamente el de la inclusión de todos los sectores –inclusive posturas, tanto conservadoras como liberales– que, entre otras cosas, estimularían la crítica y ampliarían las tendencias, formando así una literatura progresista-independiente que no excluyera ninguna visión del país. Como era de esperarse tanta apertura trajo divisiones internas que terminaron por disolver la academia por completo en 1856.
A pesar de ello, aún se puede recordar –a 160 años– la mítica academia de literatura mexicana, refugio de liberales y conservadores que poco a poco se fueron dividiendo formando en dos publicaciones de la época: El Liceo y El Museo.
Hoy en día la literatura nacional cuenta con un sello de identidad único y ampliamente prolífico con el que México ha ganado un puesto importante en el panorama literario internacional. Y aunque la actualidad ha arrojado innumerables bifurcaciones de la literatura contemporánea a nivel nacional, la Academia de Letrán siempre será recordada por su causa.
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