Este hermoso lugar ubicado al sur de la ciudad de México, en el barrio de San Ángel, actualmente es un restaurante al que cuando uno acude se siente transportado a otro lugar de México, fuera de la ciudad y del caos, rodeado de una arquitectura colonial y amplios jardines llenos de flores y viejos árboles. Ideal para comer o sólo disfrutar de una copa en sus magníficos patios.
La Hacienda se remonta al siglo XVII, específicamente 1692. Fue construida originalmente por los Carmelitas con el objetivo de convertirlo en monasterio, pero esto nunca sucedió porque Carlos III del Marquesado de Sierra Nevada otorgó la concesión de las tierras a Don Manuel Rodríguez Pinillo y López Monteros, Vizconde de San Miguel. Por lo que en vez de monasterio pasó a ser el lugar de descanso de los virreyes y sus consortes, así como de la aristocracia de la capital.
En 1776, la hacienda fue adquirida por Ramón Goicoechea, quien integró esta propiedad a su propia hacienda, unificando todos los terrenos que alguna vez estuvieron aislados. En este momento se le empieza a llamar Hacienda Goicoechea y fue convertida en un centro productor de pulque hasta que en 1906, después de haber pasado por varios dueños, la propiedad de 40 hectáreas fue adquirida por la San Ángel Land Co., quien la fraccionó en una colonia de nombre Altavista.
El casco de la Hacienda pasó a ser un hotel y restaurante llamado “San Ángel Inn” administrado por una mujer francesa de nombre Madame Roux. En esta época se podía ver desfilar a muchos personajes famosos de la época, como artistas, cantantes, políticos e intelectuales.
En 1937, el INAH lo declara “Monumento colonial” y su entonces propietario, Don Carlos Prieto, comienza a utilizar las instalaciones para realizar conciertos y cursos. De 1955 a 1961 este complejo albergó las Escuelas de Historia del Arte y de Arquitectura de la Universidad Iberoamericana.
En 1963 un grupo de inversionistas compra la propiedad y la convierte en el restaurante “Antiguo San Ángel Inn”. Pasan los años y este lugar sigue siendo una tradición en la ciudad; y aunque sea sólo de paso o por curiosidad vale muchísimo la pena asomarse y conocer esta histórica hacienda.
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