Foto: www.mexicocitytours.net
A un mes de haber regresado a la Ciudad de México y de estar buscando una manera de enamorarme cada vez más de mi país, me di a la tarea de recorrer lugares que no sólo fueran una atracción turística. Quise encontrar lugares que brindara una representación única de la mexicanidad, recorriendo cada época histórica que definió la personalidad de México; quise regresar al país para recorrer una cultura que, pese a vivir en ella, desconocía realmente.
Tras haber recorrido el Centro Histórico, me dirigí a una área de la ciudad de México a la que no había visitado desde la infancia: Xochimilco. Y es que, a diferencia de otros Patrimonios Culturales de la Humanidad nombrados por la UNESCO, el “Campo de flores”, posee la característica de mantener, pese al paso de los siglos, imágenes del mundo prehispánico adaptas a nuestra sociedad moderna.
Se trata de un barrio cuya esencia es una de las más puras de la capital mexicana, pues incluso es el único poblado del Valle de México que viven en semejanza con los pueblos prehispánicos de la cuenca lacustre. Inclusive, he ido conociendo personas que, aún con una discapacidad física –viviendo con una silla de ruedas–, viven sorprendentemente en chinampas. Esto realmente me hizo preguntarme cómo fue posible que las costumbres de los Xochimilcas dedicadas a la supervivencia a través del cultivo de hortalizas, plantas medicinales y de ornato, sobrevivieran a la historia multicultural y la variada estructura socioeconómica del país.
Si bien el barrio ha tenido que adecuarse a las necesidades de la actualidad, esperando con los brazos abiertos todos los días a miles de personas nacionales y extranjeros, la realidad es que en él alberga un ambiente ancestral. Se dice que los pobladores nahuatlacas originales llegaron ahí a finales del siglo XII, alrededor de unos 100 años antes de los mexicas; inclusive, los primeros terminaron por ser tributarios de los segundos en el siglo XV. Sí, mientras las personas recorren los canales de Xochimilco a bordo de las trajineras cargadas de alcohol, están reviviendo los caminos desde Cuemanco hasta Belem de las Flores que cientos de nuestros antepasados recorrieron para establecer su cultura, sus tierras sobre agua y sus legados.
Y es que a sus 189 km de canales podemos ver los peces, culebras y animales que alguna vez protagonizaron leyendas prehispánicas y películas como María Candelaria. Incluso, la Isla de las muñecas; esta isla cuyo único habitante fue Don Julián Santana Barrera. Él llegó a vivir ahí durante la década de los 70, habitando ahí por más de 25 años como un “ermitaño”. Cuentan que su choza estaba cargada de cientos de muñecas colgadas en los árboles o clavadas en los troncos, con el único objetivo de “espantar al espanto”.
Caminar por Xochimilco es presenciar el ingenio del mexicano actual: los comerciantes lugareños que se las ingenian para abastecer a todos los visitantes a través de todo tipo de mercancías y servicios, el amplio conocimiento botánico de los vendedores de los cuatro mercados especializados y sus invernaderos –Cuemanco, Madre Selva, San Luis Tlaxialtemalco, el Palacio de la Flor–, las representaciones de las tradiciones, costumbres y cultura como el culto al Niñopa, el amplio acervo cultural entre fiestas de colores y sabores ancestrales de maíz, flores y leyendas.
Al ir caminando por Xochimilco, no sólo deconstruí la esencia de la mexicanidad, también me dejé llevar por la majestuosidad y belleza del lugar. ¿En dónde más, si no en el ancestral barrio, podría observar cómo las aves se elevan sobre sus aguas en pleno amanecer de la vida?
Xochimilco es realmente un sitio que, por sí solo, rinde homenaje y tributo a las tradiciones más entrañables de nuestro México prehispánico, colonial, independiente, porfiriato, revolucionario, contemporáneo, modernista… Con visitarlo, uno comprende perfectamente por qué el 11 de diciembre de 1987, la UNESCO declaró este sitio como Patrimonio Cultural de la Humanidad: por sus canales, lagos y lagunas, su historia ancestral, la inmortalidad de sus costumbres y tradiciones, la belleza colorida de sus trajineras, chinampas y arte colonial.
Más en MXCity: EL CENTRO HISTÓRICO, PATRIMONIO DE LA HUMANIDAD EN LA CDMX (I DE III)
Leave a Reply