El movimiento incesante de las metrópolis genera enormes cantidades de datos visuales, como es testigo del trabajo de la fotógrafa alemana Stephanie Jung. Para capturar esta inmensidad de información –colores, formas y velocidad—Jung utiliza técnicas de múltiple exposición que mimetizan time-lapses para capturar no sólo un momento, sino una constelación de instantes dispares, incluso un día en Tokio o en Nueva York.
Los resultados de estas múltiples exposiciones en grandes urbes aunados a una notable sensibilidad de color son fotografías que, paradójicamente, evocan pinturas de siglos pasado, paisajes desvaídos que podrían observarse en algunas pinturas de Turner. La realidad se vuelve evanescente cuando superimponemos múltiples realidades, como si no pudiera soportar un escrutinio tan volátil. La información satura el ambiente y lo vuelve un fantasma.
El gran referente de este tipo de fotografía es el documental Koyaanisqatsi, en el que el caos y la decadencia urbana se convierten en líneas barridas de poesía. Jung, desde la estática de una foto, captura este vertigo incontenible.
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