Más allá de los posibles juicios morales que puedan hacerse al consumo de drogas ilegales, existen datos que no podemos ignorar, especialmente cuando vivimos en un país en el que la industria del narcotráfico produce muertes todos los días, un país en donde el tráfico de drogas está innegablemente relacionado al de su vecino del norte, Estados Unidos.
Por el número de muertos que generan anualmente los enfrentamientos violentos producidos por el narcotráfico, éstos representan el conflicto más sangriento para Estados Unidos después de la Guerra Civil (librada de 1861 a 1869). Este país, donde habita el 5% de la población mundial, consume el 30% de las drogas ilegales del mundo, la mayoría por motivos recreacionales.
Mario Berlanga, empresario mexicano y estudiante de la Universidad de Standford, dio recientemente una plática en su universidad que presenta cifras y realidades sobre la cadena de distribución de las drogas ilegales en México y Estados Unidos, números que es preciso conocer, pues podrían darnos claves sobre qué podemos hacer ante esta preocupante realidad.
Cada droga ilegal adquirida, con cualquier finalidad, ha recorrido un camino sangriento, desde su país de origen hasta su destino. Comúnmente, se cree que al comprar drogas por motivos recreacionales no se está haciendo daño a otras personas, pero en realidad éste está implícito: la cadena de distribución que se produce con cada “insignificante” transacción del narcomenudeo empieza con los carteles de narcotráfico, grupos delictivos que utilizan la violencia para controlar las rutas del tráfico y que además, han sometido y absorbido a otros grupos delincuenciales (como secuestradores y traficantes de personas, por ejemplo) para que éstos no crezcan y se conviertan en una amenaza. Los cárteles matan periodistas, policías e inocentes todos los días; y los cárteles mexicanos controlan alrededor del 70% de las drogas ilegales que se compran en Estados Unidos. Es claro que cualquier medida gubernamental de parte de México o Estados Unidos difícilmente podría contrarrestar los billones de dólares que esta industria amasa anualmente.
Todo esto hace obvio que el consumo de drogas ilegales, por más reducido que éste sea, representa una aprobación, un aliciente y una recompensa al narcotráfico. ¿Qué puede hacer la sociedad civil para cambiar esta realidad?
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