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Los sitios que recorrió la incólume estatua de “El Caballito”

El Caballito es una estatua ecuestre que representa al Rey Carlos IV de España.

 

Los antecedentes de la estatua que popularmente se conoce como “El Caballito”, se remontan a 1788, cuando ocurre la proclamación de Carlos IV como Rey de España. Dicho suceso merecía una celebración en la Nueva España, o al menos así lo creyeron don Ignacio Costera y don Bernardo Bonabia, quienes le propusieron al Virrey de Revillagigedo ordenar la construcción de una estatua.

Por falta de recursos, solamente se llevó a cabo un tallado de madera, el cual corrió a cargo de un indígena oriundo de Tlatelolco. La estructura se colocó en un pedestal en medio de la Plaza Mayor. Al cabo de dos años, la pieza estaba destruida.

No es hasta 1794, que con la llegada del nuevo virrey Miguel de la Grúa Talamanca se opta por levantar una estatua a base de bronce. El proyecto correría a cargo del arquitecto Manuel Tolsá y los gastos por el propio virrey, ya que debido a unos problemas en España con el Rey, debía enmendar su situación y quedar bien con él.

Fue hasta 1802 que el molde hecho por Tolsá fue llenado con bronce fundido. Se trataba de la escultura más grande y de una sola pieza en aquella época de la Ciudad de México. 14 meses tardó el arquitecto en tallar y pulir la escultura, a la cual el pueblo inmediatamente bautizó como “El Caballito”.

El primer sitio donde se colocó fue en la huerta del Colegio de San Gregorio, en 1803. Este edificio se encuentra en la calle que hoy es San Ildefonso. Una vez postrada la ecuestre estatua, se llevó a cabo una inauguración que duró tres días. Toda la ciudad aclamó el trabajo de Manuel Tolsá, pues era una estatua bien proporcionada, con acertada anatomía y magníficos detalles.

Luego se movió a la Plaza Mayor, donde anteriormente se encontraba la de madera, con el objetivo de que allí se quedara por siempre. Sin embargo, los movimientos de Independencia estallaron, y el hecho de que una de las patas traseras del caballo estuviera pisando un carcaj de flechas aztecas, no gustaba mucho entre el Ejército Trigarante. Era una forma de decir que un español había dominado el pueblo mexica, y se pensó en destruir la estatua.

Guadalupe Victoria pensó en fundir El Caballito y utilizar el metal para hacer monedas. No obstante, y para fortuna de la escultura, el ministro de Relaciones Exteriores intervino y propuso llevarse la estatua, esconderla del pueblo y taparla para su protección.

Se trató de eliminar el carcaj, ya que era un signo infamante para la nacionalidad mexicana. Sin embargo, era eso lo que le daba soporte a toda la escultura, por lo que aún se mantiene ese símbolo.

En 1823 se movió al patio central del claustro de la Pontificia y Nacional Universidad de México. Y ahí se mantuvo escondida por casi 30 años. En 1852, se traslada a la primera glorieta del entonces Paseo de Bucareli. El Caballito se mantiene allí por más de un centenario, siendo testigo del gran desarrollo de la ciudad y sus calles.

En 1979, la estatua es levantada y llevada hasta la totalmente remodelada Plaza Manuel Tolsá. Poco tiempo después, llega a la intersección de Paseo de la Reforma el Caballito de Sebastián, y es por esto que a aquella glorieta aún le decimos “Caballito”. Actualmente la estructura se mantiene en su último destino, y planea quedarse allí por un largo rato.

Imágenes: México Máxico

 


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