A varios pintores mexicanos les debemos una buena parte de reconocimiento mundial en cuanto a arte y cultura refiere. Si bien es cierto, la pintura mexicana ha sido liderada por las obras de muralistas y especialmente por la imagen surrealista de Frida Kahlo. Sin embargo, existen otros pinceles también oníricos, que han surcado las fantasías (o quizá realidades alternas) más improbables de estilos como el abstracto, barroco e incluso el estético y sofisticado clasicismo.
Es el caso del artista plástico Benjamín Domínguez, quien murió hace unos días y hoy recordamos con especial distinción en este texto.
Benjamín nació en Chihuahua en los años 40’s pero gran parte de su carrera la desarrolló en la Ciudad de México. A la capital llegó a los 20 años, para estudiar en la Escuela Nacional de Artes Plásticas y consecuentemente en la antigua Academia de San Carlos. Aunque en sus comienzos se realizó en la pintura clasicista, Benjamín terminó por desarrollar obras abstractas de tintes realistas.
Pero no tardó en definir nuevamente y para siempre su corriente. En una visita que realizó a la National Gallery of Art, en Washington D.C., fue espectador de una increíble obra, con más de 500 años de existencia, cuya imagen despertaba la fascinación de todos ls espectadores: La pesadora de perlas, del pintor holandés Jan Vermeer. A partir de esta visita –y con las influencias del Museo del Virreinato en Tepoztlán del que fue parte– Benjamín se aventura a regresar al origen de su pasión por la pintura: el arte barroco.
A partir de una visión posmodernista (poco usual para la época), atribuye elementos contemporáneos a ciertas obras barrocas de cierto mistiscismo. La década de los 60’s fue su mayor auge y es en esta época que realiza su serie de inusuales pinturas clásicas donde además, se puede notar su influencia surrealista.
A continuación algunas de sus más extraordinarias obras:
Benjamín Domínguez 1942 – 2016 †
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