Antonieta Rivas Mercado, la trágica historia de una artista mexicana que murió en París

A pesar de su corta estancia en el mundo y de su trágica muerte en Notre Dame, París, Antonieta Rivas Mercado fue esa mujer a quien se le debe, en buena parte, la evolución de la cultura (en especial la literatura y el teatro) en la Ciudad de México del siglo XX.

Antonieta Rivas Mercado era hija de Antonio Rivas de Mercado, célebre arquitecto y promotor de la cultura en México. Su más grande obra, el Ángel de la Independencia, lo llevó a la inmortalidad de su nombre. Fue gracias a este hombre que el mismo Diego Rivera pudo viajar becado a Europa para estudiar Arte en sus inicios. Al mismo se le debe que su hija haya figurado como una de las mujeres más embelesas de la historia de México.

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Antonieta fue una mujer peculiar y multifacética para una época en la que el asunto de una dama era simplemente lo femenino. Por conducto de la escritora Kathryn Blair (esposa del único hijo que tuvo Antonieta) hoy se sabe que era muy inteligente y de precoz intuición; siempre carismática y con una personalidad poco usual para la mujer de aquellos tiempos.

Desde muy pequeña aprendió a leer; dedicaba su tiempo al piano y al ballet y más tarde, a los 15 años, se encontraba leyendo sobre literatura y filosofía; practicando yoga y perviviendo sus clases de piano. Como cualquier adolescente de su edad con padres divorciados, tuvo tanta libertad como nadie y el dinero necesario para volar muy lejos.

Pero el paso de Antonieta por este mundo no habría encontrado tantos cauces sino hubiese sido por la muerte de su padre. Al instante que el arquitecto falleció, ella descubre que le ha heredado la mayor parte de sus bienes (su propia madre y hermana mayor, en desacuerdo, pelean porque las cosas no se den así aunque sin resultados), de esta manera comienza la labor que su padre, de paso, le ha heredado: la propagación de la cultura en México.

Los registros sostienen que fue gracias a ella que los célebres Contemporáneos (el grupo de descollantes intelectuales de la época) pudieron realizarse, que además editó Dama de corazones, de Xavier Villaurrutia; Novela como nube, de Gilberto Owen; Los hombres que dispersó la danza, de Andrés Henestrosa y fundó la Orquesta Sinfónica de México. También participó activa y económicamente en la campaña electoral de José Vasconcelos en 1929.

Antonieta Rivas Mercado

Con Los Contemporáneos fundó su llamado Teatro Ulises, mediante el cual decidió que era relevante darle la importancia necesaria a la dramaturgia en México. De ahí que también se realizó como actriz, aunque no por eso solo una artista. También fue escritora fugaz, predicadora de los derechos de la mujer y por su puesto activista política. En aquella ocasión (probablemente la más efervescente de su vida) apoyó la candidatura de José Vasconcelos, uno de sus más profundos amantes. Y aunque contrajo matrimonio y divorcio con Donald Blair muy joven (mismo con el que tuvo a su único hijo, Donald Antonio), se dice que Rivas Mercado estuvo enamorada de Vasconcelos.

Ha decir de Vasconcelos, Antonieta fue una mujer que “le puso condiciones al destino”.  De hecho su mismo hijo reveló que antes de morir, el escritor confesó que el momento más difícil de su vida había sido el sucidio de Antonieta.

Y es que Antonieta, a sus 31 años, se dio un tiro en la Catedral (ya de por sí oscura para la época) de Notre Dame, en París, con la pistola que Vasconcelos siempre llevaba consigo.

Antonieta Rivas Mercado vivió una corta vida llena de vastas experiencias que dejaron un legado astronómico en la cultura mexicana. Si bien es cierto, las tres décadas que vivió (el porfiriato, la revolución y un primer intento del México moderno) le bastaron para entender que en un país como el nuestro la cultura (hoy y siempre) mantiene las llaves de la solución a sus problemas.

Por cierto que el escritor Mauricio Magdaleno refirió más tarde una bella metáfora que nos hace entender la profunda relación de Antonieta con el Arte y la Cultura de México vía su padre. Advirtió que Antonieta fue una mujer crecida “a la sombra del Ángel” –la figura, su padre y la educación liberal que le obsequió, sus alas mismas–; ha decir verdad, la imagen viva del “ángel de la independencia” siempre fue ella.


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