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“Caminos del deseo”: atajos rumbo a la creación de ciudades más humanas

Los “caminos del deseo”, son un concepto que evidencia la necesidad natural de las personas para transitar su ciudad de una forma, aunque todavía ilegal, más ordenada.

 

Existen una serie de ingredientes cotidianos sin los que una ciudad no sería tal. De entrada sus habitantes: los personajes encargados de trazarla. En la experiencia de la cotidianidad, estamos acostumbrados a creer que una ley por sí sola se encarga de diseñar nuestro espacio público. Y aunque naturalmente, una norma debería servirse de las necesidades del ciudadano no siempre funciona para todos. De entrada porque nos movemos distinto.

Si se quiere esbozar una urbe dirigida principalmente a automóviles habrá más caminos pavimentados y carreteras. Pero si lo que se busca es impulsar el uso de la bicicleta o el caminar, entonces se observa dónde es que se trasladan los habitantes con mayor frecuencia de esta manera. 

En ciudades urbanísticamente avanzadas, como Copenhague, se emplea un llamativo concepto para diseñar los senderos más viables para ciclistas y peatones. Se le llama Desire lines o desire paths (caminos del deseo). Se trata de vías que se trazan en el césped, naturalmente, por el continuo paso de personas o ciclistas. Generalmente se dibujan en espacios que las personas utilizan frecuentemente como atajos para llegar más rápido a sus destinos. Una alternativa, según se dice, rumbo a un futuro liderado por urbanismo inteligente

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Las líneas o caminos del deseo se fabrican generalmente en parques o espacios públicos verdes donde es posible observar con detalle la necesidad de elaborar un camino en este lugar, que facilite el flujo de personas diariamente.

caminos-del-deseo-lineas-del-deseoSe les concibe poéticamente como “del deseo”, por esa aspiración del peatón o ciclista de cruzar directamente sobre la ilegalidad que pinta la  errónea planeación de la infraestructura. Resulta fascinante observar que estas líneas se encuentran por todos lados, proyectando continuamente una demanda democrática, natural y hasta cierto punto humana de apropiarse del escenario público. 

Frente a la existencia de líneas del deseo en una ciudad se puede hacer lo siguiente: multar a quien se atreve a pasar por el sendero que no está señalado u, observar qué reglas de tránsito se han violado por las mayorías para adecuarlas a la necesidad pública. 

Estas Desire Lines ya son utilizadas para planificar los caminos en varias ciudades inteligentes del mundo. Por ejemplo, en Copenhague –urbe que lleva varias décadas usando como medio de transporte principal a la bicicleta–, una empresa llamada Copenhagenize está promoviendo el diseño de la ciudad por medio de este concepto. Según el antropólogo Mikael  Coalville-Andersen, líder del proyecto: “la correcta utilización de las líneas del deseo es un recordatorio de que, para diseñar ciudades humanas, no hay nada mejor que observar a las personas de la misma forma que un naturalista observa a los animales…”

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Detalles tan sencillos como las líneas del deseo pueden trazar todo una ciudad que se dirija principalmente a resolver su problema de estrés y contaminación por medio de la bicicleta. Y seamos honestos, a la Ciudad de México le hace falta fijar su mirada en estos rasgos que muy probablemente cambiarían en sus ciudadanos la manera de ver y vivir la urbanidad.  


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