La cascada de San Ángel que inspiró a José María Velasco

Pintor y fanático de la geografía mexicana, José María Velasco reveló en muchas de sus obras su amor por las cascadas.

El Valle de México es la belleza grandiosa; imponente como ella es el hermoso paisaje de Velasco. – José Martí

Quienes se han dado la oportunidad de conocer la obra de José María Velasco –misma que actualmente se encuentra expuesta permanentemente en el Museo Nacional de Arte (MUNAL)–, entenderán porqué se trata del paisajista más importante de México.

Como amante de la botánica y la geografía mexicana, Velasco fue un observador apasionado. Sus pinturas al óleo revelan su fidelidad a los detalles del paisaje; un águila, la lejanía de una montaña o el bello manto de las nubes que van de paso.

Influenciado por el impresionismo francés –y ciertamente por su profesor de la Academia de Bellas Artes de San Carlos, el pintor italiano Eugenio Landesio– Velasco construyó una sucesión de aproximadamente 300 obras paisajistas. Uno de los elementos más concurrentes en algunas de ellas fueron los cuerpos de agua, especialmente las cascadas.

Entre sus pinturas con cascadas figuran:

Cascada y Capilla del molino de flores, Texcoco

Cascad del Rincón Grande del Estado de México

Río con cascada, Estado de México

El cabrío de San Ángel, Ciudad de México

Esta última es nada menos que la representación pictórica de la cascada que se encontraba en Tizapán, en San Ángel.

Tizapán y la cordillera de la cañada de la Magdalena fueron algunos de sus lugares preferidos de la Ciudad de México. En aquél entonces, esta región se miraba así:

Tizapán era un lugar peculiar por sus rocas. Fue uno de los sitios que cubrió la erupción del volcán Xitle en la antigüedad. Para cuando la lava terminó de secarse la naturaleza se apropio de ella, creciendo espacios verdes y corriendo hermosos ríos. Este sitio en particular llamó mucho la atención de los aztecas, mismos que en un principio les fue imposible adueñarse del lugar que ya se encontraba habitado por los tepanecas.

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Se dice que aquél lugar era magnífico. La cascada, que en 1863 Velasco habría de inmortalizar en su pintura El cabrío de San Ángel, fue descrita por el mismo Justo Sierra de la siguiente manera:

Una montaña se endereza al borde del abismo; caprichosas rocas de granito se agarran á la montaña con sus enormes antenas de piedra, como temerosas de caer: por la cumbre de la serranía, soberbia, espantado con sus mugidos á las aves que huelen despavoridas al acercarse á ella, viene amplia y magnífica una corriente de agua. 

De improviso el álveo se pierde, el río aborda el precipicio; encréspase como si tuviera el vértigo de la altura, oscila un minuto y desbaratando al fin su cause en el vacío, brinca, se precipita, azota con furia gigantesca las peñas de la pendiente, y rueda por fin en lo hondo de la quebradura, jadeante, bañando sus nuevas riberas con una blanquísima sábana de espuma en tanto que su hálito de brumas sube al cielo entre las alas multicolores del arco-iris.

Enmudeced á toda la naturaleza en torno a la maravilla, escuchad el grito del trueno que abriga en su líquida falda, y si algún otro que no sea Dios, debe hablar allí, dad una voz á Chateaubriand ó una lira á Heredia. 

He ahi una de las grandes fases de la naturaleza, he ahí lo sublime, he ahí lo que hace temblar. 

Aquí puedes leer el relato completo.

/ Twitter de la autora: @surrealindeath

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