Las palabras más inspiradoras del novelista y cuentista Juan Rulfo.
Juan Nepomuceno Carlos Pérez Rulfo Vizcaíno, mejor conocido como Juan Rulfo, fue un genial escritor y novelista mexicano, cuya reputación radica en sólo dos obras. El Llano en Llamas, publicado en 1953, y Pedro Páramo, publicado en 1955, son dos libros que influyeron e impactaron la literatura latinoamericana del siglo XX.
En 1933 intentó inscribirse a la Universidad de Guadalajara, pero al estar en huelga, decidió irse a la Ciudad de México. Fue oyente en el Colegio de San Ildefonso, y en 1934 comenzó a escribir textos literarios.
Tras concluir sus dos obras, Juan Rulfo abandonó la literatura. Cuando le preguntaron por qué, el escritor explicó que el abandono se debía a la muerte de su tío Celerino, quien le platicaba historias fantasiosas mientras ambos recorrían pueblos emblemáticos de México.
Si bien la obra de Juan Rulfo no es profusa en cantidad, sí abunda en calidad y sustancia. Dando fin a la novela revolucionaria, Juan Rulfo marcó un parteaguas en la literatura mexicana, por sus sugestivas historias y su deliciosa narrativa. Aquí algunas de sus mejores frases:
“Tengo paciencia y tú no la tienes, así que esa es mi ventaja. Tengo mi corazón que resbala y da vueltas en su propia sangre, y el tuyo esta desbaratado, revenido, y lleno de pudrición. Esa también es mi ventaja.”
“Quizá entonces se volvió malo, o quizá ya era de nacimiento…”
“Era tan bonita, tan, digamos, tan tierna, que daba gusto quererla.”
“¿La ilusión? Eso cuesta caro. A mí me costó vivir más de lo debido.”
“Pero es peligroso caminar por donde todos caminan, sobre todo llevando este peso que yo llevo.”
“Nadie te hará daño nunca, hijo. Estoy aquí para protegerte. Por eso nací antes que tú y mis huesos se endurecieron antes que los tuyos.”
“El tiempo es más pesado que la más pesada carga que puede soportar el hombre.”
“Nada puede durar tanto, no existe ningún recuerdo por intenso que sea que no se apague.”
“Tengo la boca llena de ti, de tu boca. Tus labios apretados, duros como si mordieran oprimidos mis labios…”
“Yo lloro, sabes, lloro a veces por tu amor. Y beso pedacito a pedazo cada parte de tu cara y nunca acabo de quererte.”
“Me gustas más en las noches, cuando estamos los dos en la misma almohada, bajo las sábanas, en la oscuridad.”
“Porque tenía miedo de las noches que le llenaban de fantasmas la oscuridad. De encerrarse con su fantasmas. De eso tenía miedo…”
“Sólo yo sé lo lejos que está el cielo de nosotros, pero sé cómo acortar veredas.”
“Se conoce que lo arrastraba el ansia. Y el ansia siempre deja huella.”
“Hacía tantos años que no alzaba la cara, que me olvidé del cielo.”
“La muerte no se reparte como si fuera un bien. Nadie anda en busca de tristezas.”
“Me mataron los murmullos.”
“Cada suspiro es como un sorbo de vida del que uno se deshace.”
“¿Qué haré ahora con mis labios sin su boca para llenarlos? ¿Qué haré de mis adoloridos labios?”
“Hay aire y sol, hay nubes. Allá arriba un cielo azul y detrás de él tal vez haya canciones; tal vez mejores voces… Hay esperanza, en suma. Hay esperanza para nosotros, contra nuestro pesar.”
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