El ajolote es una especie endémica de México. Su nombre proviene de la palabra náhuatl Xólotl, el dios azteca-tolteca de los espíritus y gemelo de Quetzalcoatl.
Cuando los dioses debieron ser sacrificados para poner en movimiento al Quinto Sol, Xólotl se escondió para no morir. Primero se convirtió en una planta de maíz de dos cañas o ajolote. Al ser descubierto, echó a correr otra vez y se escondió en un magueyal, donde tomó la forma de una penca doble o mejolote (mexólotl, de metl, maguey y xolotl). Una vez más lo halló el verdugo y escapó de nuevo introduciéndose al agua, donde se transformó en un anfibio llamado axolotl. Ésta es su última metamorfosis. Finalmente, el verdugo lo atrapó y le dio muerte. Xólotl es un dios que le tiene odio a la muerte, que no la acepta y quiere escapar de ella mediante sus poderes de transformación.
Esta es la hermosa leyenda atribuida a Xólotl, el dios de los espíritus al que posteriormente habría de nombrarse al bello ajolote, uno de los anfibios más destacados y ciertamente místicos de las aguas mexicanas.
Los ajolotes suelen medir 23 centímetros de largo, pero pueden llegar a alcanzar más de 30. Sus colores van del blanco al jaspeado, y sus branquias por lo regular son de color marrón o rojo intenso. Posee una cola con cresta vertical que llega hasta la nuca, sus extremidades son cortas y no palmeadas.
El ajolote es un ser completamente inusual. Al igual que las salamandras, posee una notable capacidad para regenerar partes de su cuerpo perdidas. Es considerado también una especie neoténica, lo que significa que conserva características de su etapa larvaria cuando ya ha alcanzado la adultez, su aspecto es parecido a una salamandra que no llegó a ser salamandra.
El ajolote actualmente vive y se reproduce en algunos canales alrededor de la CDMX. Los científicos advierten que podría desaparecer por completo en 2020, de acuerdo a un artículo de la revista National Geographic-América Latina.
En 1992, el gobierno mexicano tomó medidas, estableciendo el espacio natural de los Ejidos de Xochimilco y San Gregorio Atlapulco, en la CDMX para proteger su hábitat, ya que hoy en día la zona también es considerada patrimonio mundial de la UNESCO.
Para mantener al ajolote lejos de la expansión urbana y ampliar su hábitat, los científicos también están trabajando con la población local para revitalizar la antigua tradición de la agricultura en el humedal por medio de la chinampa, ayudando también a filtrar el agua para la Ciudad de México.
A propósito, los jóvenes de la región de Xochimilco y alrededores parecen estar muy interesados en la reproducción del ajolote y en la agricultura orgánica, por ello es primordial que para poder salvar al ajolote, es necesario salvar su entorno; restaurando el agua, las tierras y todo el ecosistema donde habita el ajolote, una especie en peligro pero que cada día va recuperándose gracias a los esfuerzos de autoridades, científicos y por supuesto habitantes activos de la CDMX.
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