La Generación de la Ruptura inconscientemente rompió con una tendencia insostenible: la inmovilidad en el arte. José Luis Cuevas, Vicente Rojo y Francisco Toledo son parte de esta liberación.
“Todo por servir se acaba” dicta un conocido refrán, tan cierto como la impermanencia de todas las cosas. En México a inicios del siglo pasado se había gestado un movimiento post revolucionario, donde artistas como los muralistas (Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros o José Clemente Orozco) influenciados por el ánimo de justicia social, crearon un movimiento que a todas luces era una demanda, un tipo de expresión-protesta.
Su papel fue muy importante para valorar el milenario legado indígena y la imperiosa responsabilidad de devolver al pueblo mexicano sus “pertenencias”. Sin embargo, la inquietud creativa no podía apagarse, otros artistas tenían otras búsquedas estéticas y no necesariamente asociadas a una agenda política.
De esta manera el arte mismo operó y esta inquietud comenzó a aflorar, dejando de lado el movimiento muralista que tanta identidad otorgó a México ante el mundo, y que al mismo país le abrió otra.
A finales de los años veinte comenzaron a aparecer personajes como Rufino Tamayo que refrescaron la escena plástica mexicana. Tamayo sorpendió con su bellísimo manejo de colores y seres que, si bien quizá inconscientemente rememoraban una gráfica prehispánica, no aludían a ninguna agenda social directa.
Otros artistas fueron uniéndose a su propia veta creativa más allá del sentimiento revolucionario (sin que fuese un movimiento inducido). Así, se originó espontáneamente lo que la la crítica de arte Teresa del Conde llamó más tarde como la Generación de la Ruptura.
Tres grandes de la “Generación de la Ruptura”
Aunque el arte siempre tendrá un efecto social, y asimismo es resultado de un “efecto social”, este ha sido desde siempre un recurso liberador. El hombre, por medio de él, ha buscado “sacar” (y quizá sanar) lo que sea que tenga dentro de sí. Por ello es insostenible imponerle una agenda.
Los siguientes artistas de la Generación de la Ruptura nos legaron un ejemplo de liberación, y su trabajo plagado de su propia “aura”, de su personalidad, nos otorga maneras estéticas singularísimas, que producen una experiencia estética desde su honestidad en una época donde parecía mal visto hacer arte sin “sentimientos de justicia” de por medio.
José Luis Cuevas
Aunque su obra comenzó a mostrarse en la década de los 60, es un elemento fundamental de la “Generación de la Ruptura”. Cuevas ha creado un mundo aparte, identificable a todas luces. Sus personajes, figuras deformes y enormemente expresivas, han configurado su propio lugar en el imaginario. Sus imágenes nos traen la decadencia, pero también la fuerza, lo fantasioso, lo efímero. A su vez, nos rememoran a él mismo; una vasta serie de autorretratos que quizá inconscientemente nos ha traído.
Vicente Rojo
Aunque es un adoptado por excelencia, refugiado de la Guerra civil española, Rojo se convirtió en una de las figuras “nacionalizadas” más respetadas. Rojo, como si hicera alusión a su nombre, con sus lúdicos puntos del mismo color nos ha traído la mexicanidad de una manera muy sutil, casi indecible, en lúdicas composiciones geométricas con mucha fuerza.
Francisco Toledo
El artista-nahual. Sus obras, todas, emanan movimiento, y sus seres, fantásticos todos, son una alusión (al menos aparente) a la tradición mágica de Oaxaca. ¿Cómo consigue traernos la magia y nahualismo de las entrañas hermosas de este místico estado?
Imágenes: 1 y 6)cultura.unam.mx ; 2,3,4 y5) joseluiscuevas.com.mx; 7)revistadigitalbancomer.com; 8,9,10,11) franciscotoledo.net
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